
Ahora, ya que en España, como en toda Europa, la inflación está disparada porque Vladimir Putin nos está metiendo gas ciudad por el culo, lo único que no vuela como un globo de helio con los camiones.
En este sentido va y habla como si estuviera volada la ministra de transportes, una señora ye ye de la que nadie recuerda el nombre.
Y dice aquello de Loquillo y Sabino Méndez de yo para ser feliz quiero un camión pero no un camionero porque son todos de extrema derecha (tal vez lo dice para que la joven, liberada y agresiva Isabel Díaz Ayuso –la cual desde que derrotó a Casado pactando con Feijó se parece cada vez más a las morenas de los cuadros de Julio Romero de Torres- la vuelva a responder que las generalidades no son buenas, pues ni todos los camioneros son de ultraderecha, ni todos los miembros del gobierno son de ultraizquierda filoseparatista y filoeta).
El fascismo puede ser de izquierdas o de derechas y nunca muere, nos explicó en su día con erudita lucidez Gabriel Albiac en su ya clásico libro escrito un poco al hilo de Henry-Levi Las aventuras de la libertad.
Pero, aunque habla la señora ministra comosellame, se escucha a quien se lo dicta al oído, Yolanda Díaz, ella, la neopasionaria gallega de nariz aguileña como la de Castelao y alma rojo sangre dos punto cero como el Celso Emilio Ferreiro de Longa noite de pedra.
Antes pensábamos que Yolanda Díaz era la mujer de rojo sobre fondo gris de Miguel Delibes, pero ahora creemos, igual que Orson Welles, que ella es el tercer hombre.
¿Si los camioneros de ahora no son proletarios, entonces qué carallo significa ser proletario, señora ministra?
Que los camioneros sean de derechas o de izquierdas es irrelevante: ¡son unos currantes que luchan por el pan de su familia!
Estamos pues con los camioneros, fuerza bruta, mano obrera, trasportistas que luchan por su sueldo con agallas y fuerza y golpes bajos como Teodoro García Egea y Pablo Casado lucharon con IDA por el suyo, así, emulando a la anterior pelea en el barro por el sueldo entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, que también fue una pelea más barriobajera que épica.
La inculpación política de la señora ministra para con los camioneros no es una generalización demagógica de mala imitadora de sofistas con más habilidad que ella como Gorgias o Protágoras: es más bien una puta indignidad.