Opinión

Día Mundial de la Libertad de Prensa: morir por informar

El 3 de mayo es la fecha en la que se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa | RSF
photo_camera El 3 de mayo es la fecha en la que se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa | RSF

Cada 3 de mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa. El objetivo es recordar a los gobiernos la importancia de salvaguardar la libertad de información, un derecho fundamental y que por lo tanto debe gozar de un mayor nivel de protección. Asimismo, esta jornada pretende homenajear a los profesionales fallecidos mientras desempeñaban su labor, celebrar la apuesta por un periodismo valiente, necesario para la construcción de un mundo más justo y de una sociedad más libre, y para defender la independencia de los medios de comunicación. En definitiva, es un día para para arropar a los profesionales de la comunicación y para reivindicar el libre ejercicio de una labor periodística rigurosa e imparcial. Pero a pesar de los esfuerzos desde 1993, cuando a petición de la UNESCO, la Asamblea General de Naciones Unidas eligió esta fecha para conmemorar y defender esta apasionante profesión, lo cierto es que el periodismo sigue siendo un oficio de riesgo. 

En la última década 937 periodistas han muerto como consecuencia directa de su profesión. Algunos son tristes daños colaterales de países en guerra y zonas de conflicto. Muchos otros, sin embargo, son señalados, perseguidos y asesinados en territorios de paz. Éstos son silenciados a la fuerza por las historias que cuentan. Según los datos que maneja Reporteros Sin Fronteras (RSF), mientras el número de periodistas que pierden la vida en zonas de guerra sigue disminuyendo, cada vez hay más asesinatos de periodistas en países en paz. México es el país sin conflicto armado en el que más periodistas mueren o son perseguidos, amenazados y/o secuestrados por sus historias. Desde el año 2000, hasta 2019, al menos 144 periodistas fueron asesinados en territorio mexicano, según la Federación Internacional de Periodistas. 

Este año, España sigue de luto

En lo que va de 2021, un año excepcional marcado por la pandemia del COVID-19, que ha limitado las labores periodísticas, ocho periodistas han sido asesinados, junto con otros cuatro colaboradores y más de 300 han sido encarcelados. La verdad a veces es incómoda, en especial, para aquellos que quieren ocultarla y, en ocasiones, trae terribles consecuencias para los periodistas que luchan por destaparla. 

España celebra este año el Día Mundial de la Libertad de Prensa sumida en el luto cuando se cumple una semana del asesinato en Burkina Faso de dos excepcionales profesionales de la comunicación. David Beriáin y Roberto Fraile perdieron la vida en acto de servicio junto con un colaborador, el ecologista irlandés y cofundador de la ONG Chengeta Wildlife, Rory Young. Juntos luchaban por destapar y denunciar las dramáticas consecuencias de la caza furtiva en el parque natural de Pama, al sureste del país subsahariano.

Los retos pendientes del periodismo de hoy 

Sin embargo, a pesar de la necesaria reivindicación que deben hacer, un año más, los profesionales de la información en relación con su trabajo, es preciso hacer autocrítica y abordar, entre muchos otros, el reto de financiarse sin recurrir a grandes patrocinadores para continuar ofreciendo un periodismo independiente e imparcial. En esta profesión, tan expuesta, como debe de ser, a la opinión pública, no todo vale. Los grandes y visibles patrocinios, que ocupan más espacio que la letra, que la historia que se está relatando, que condicionan y presionan, restan inevitablemente credibilidad a dichas líneas. Y, como consecuencia, a toda la profesión. Es fácil pensar que los medios han caído en los tentáculos del mejor postor, y, por desgracia, en la mayoría de los casos es así como ha ocurrido. Por supuesto, todos quieren una elevada ganancia a final de mes, ¿pero es este el mejor modo de equilibrar la balanza entre una jugosa financiación y la libertad de información? Este sigue siendo el reto pendiente en nuestro país en el que impera, todavía, el fenómeno de “las puertas giratorias”. 

Este 3 de mayo hay poco que celebrar. Mientras las grandes redacciones continúan con el desmantelamiento de profesionales maduros y ampliamente formados, cuyo trabajo merece un reconocimiento y una remuneración justa, las oficinas se abarrotan de becarios. El problema no son los jóvenes (algunos no tan jóvenes) hiperformados que ocupan estos puestos. Siempre han estado ahí, en un segundo plano, haciendo las tareas más engorrosas, pero empapándose como esponjas de los más veteranos. El problema es que, ahora, han ocupado sus puestos, los han sustituido y, no solo tienen que enfrentarse a este frenético mundo sin un mentor que los guíe, sino que lo harán por un sueldo miserable. Si es que lo tienen. Y, aunque desde las direcciones se espera que estos becarios y falsos autónomos hiperexplotados, polivalentes y multitarea escriban un reportaje digno de un Pulitzer, lo cierto es que las nefastas condiciones de trabajo, en el mejor de los casos, dará como fruto un periodismo podrido, de usar y tirar, irreflexivo, acrítico y sobre todo, superficial. 

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