Opinión

Asesino, esquizofrénico o las dos cosas

Bar L'Alzina de Montcada i Reixac (Barcelona) donde sucedieron los hechos el 1 de junio de 2019  /    El Taquígrafo
photo_camera Bar L'Alzina de Montcada i Reixac (Barcelona) donde sucedieron los hechos el 1 de junio de 2019 / El Taquígrafo

200 puñaladas. Víctor A.I. hundió el cuchillo en el cuerpo de su víctima, todavía con vida, tantas veces como pudo, hasta que su delgada constitución cayó rendida ante la sobredosis de adrenalina que le mantuvo casi cinco minutos ininterrumpidos acuchillando al actual novio de su expareja. Solo paró una vez. Cogió aire y volvió “al lío”. Cesó de manera definitiva cuando obtuvo “la victoria”: cortarle los genitales a su víctima. Levantó los brazos y lo celebró eufóricamente, como quien marca el gol definitivo en el minuto 90 en una final de la Champions Leage. “Se lo merece por acosador” iba repitiendo.

Sin embargo, cualquiera en su sano juicio entendía que nadie, por muy acosador que se sea, merecía morir. Por ello hay unas leyes que lo castigarían en ese caso. Mucho menos, merecería morir abierto en canal, públicamente, delante de su pareja y otras varias decenas de testigos, como así sucedió.

“Medicado es un encanto de persona”

El problema es que quizás Víctor A.I. no estaba en un sano juicio. El asesino, porque la autoría en este caso está clara, padece desde hace años esquizofrenia paranoide crónica. Y, ¿qué pasa cuando cuándo el asesino sufre una enfermedad mental de estas características? Pues que defensa y acusación se disputan la prisión o el eximente de pena jugando unas cartas que no siempre resultan de todo creíbles. Vamos por partes.

Mientras que la Fiscalía, en defensa de los derechos de la víctima, reconoce un atenuante, pero exige una pena de 22 años de prisión; su defensa pide un internamiento en un centro de salud mental no penitenciario por un periodo máximo de 9 años, porque “medicado es un encanto de persona” llegó a asegurar la letrada. Claro, aquí el problema principal es que, durante la mañana de los hechos, asegura la parte interesada, el acusado no iba medicado y que por eso desarrolló unas voces en su cabeza que le obligaron a creer que tenía que matar al actual novio de su expareja porque era un acosador.

¿Atenuante o eximente?

Lo que está claro es que: por un lado, esta persona no puede vivir en sociedad y, por otro lado, que determinar el grado de alteración de sus capacidades volitivas e intelectivas la mañana del 1 de junio de 2019 es realmente jodido sin estar ninguno de los presentes en el interior de su ajetreada cabecita esa mañana.

Por su puesto, la defensa, como tiene que hacer, porque es el papel que le toca, defiende que sus facultades estaban gravemente mermadas, sin que el acusado pudiese diferenciar el bien, del mal. “Las voces se apoderaron de mi” reconoció Víctor A.I, en sede judicial. Un discurso que claramente queda muy acorde si lo que quieres demostrar es que tu enfermedad se apoderó de ti. Sin embargo, cabe tener en cuenta que eso ocurrió porque, aún sabiendo que podía pasar, decidió no tomarse la medicación. No era la primera vez que tenia comportamientos agresivos debido a su esquizofrenia paranoide crónica y aún así llevaba meses (asegura) sin medicarse.

Sin embargo, Fiscalía cree que sus capacidades volitiva e intelectiva estaban ligeramente trastornadas, pudiendo frenar su actitud a tiempo. ¿Qué cómo lo sabe? Pues por unos informes que le realizaron días después del suceso, habiendo sido ya medicado…

De Guatemala a ‘guatepeor’

Sea como fuere, se trata de un caso complejo. En lo único que coinciden todas las partes es en determinar que el acusado, que tiene antecedentes por agredir a su padre en otro brote psicótico, no puede hacer vida en sociedad. Pero ¿debe de estar en una prisión si realmente es una persona enferma? Aunque ¿9 años en un centro psiquiátrico son suficientes para que el acusado pueda ser reinsertado como si nada? Los sindicatos de prisiones son los primeros que se quejan de la falta de recursos existentes para tratar a este tipo de perfiles en las prisiones convencionales, incluso en los módulos destinados exclusivamente para enfermos mentales.

La realidad es que el problema no se trata. No hay psiquiatras, denuncia la Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias (Acaip), que lleva mucho tiempo llamando la atención del Gobierno ante un problema que, lejos de aminorarse, se recrudece. Las estimaciones hablan de que más del 40% de la población reclusa tiene patologías psiquiátricas graves. Y esto, ante una falta unidades específicas y de profesionales en plantilla, complica las cosas.

En cualquier caso, el procedimiento en cuestión deberá determinar cuáles eran las facultades de Víctor A.I. la mañana del 1 de mayo de 2019 para decidir si no está lo suficientemente enfermo como para ir a un centro de salud mental y, en su lugar, va a una prisión sin recursos para reos con su perfil; o, si, por el contrario, se le exime de pena e ingresa en un centro psiquiátrico durante un periodo de tiempo seguramente insuficiente para su reinserción en sociedad. Y así vamos, “de Guatemala a ‘guatepeor’”.

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