
WhatsApp te da la posibilidad, no sé si del todo útil, de buscar una palabra y observar todas las veces que has escrito o te han escrito dicho vocablo en las conversaciones y grupos que mantienes activos. Me da miedo y pena repasar cuantas veces he llegado a escribir y a recibir “avísame cuando llegues a casa”. Un mensaje inocente y protector, pero que esconde la preocupación de mis padres y mis amigos cuando saben que salgo de noche.
No es un mensaje para que tenga cuidado conduciendo. Es un mensaje para que tenga cuidado y no me violen hasta dejarme moribunda, sin sentido, y con la vida hecha añicos. Y lo normalizas, lo interiorizas y vuelves a casa con las llaves en la mano, creyéndote que son una navaja afilada que atemorizada a tu agresor, al que puede que no hayas visto nunca antes.
¿En qué nos hemos convertido?
Y lo tenemos tan interiorizado, que cada vez que una amiga se separa del grupo lo dices sin pensar en la magnitud de matices que cela esta frase, inocente y protectora, pero que es una grave consecuencia de la cultura de la violación, de la era de la violación, en la que vivimos. Hace un mes violaron a una niña de 16 años en Igualada. La menor ha perdido la audición de un oído y ha tenido que ser sometida a varias intervenciones quirúrgicas…
¿En qué mierda de sociedad nos hemos convertido? Ella seguro que también recibió esa noche un whatsapp de sus amigas, de su familia que decía “vigila”, “avísame cuando llegues a casa” … Y como ella decenas de niñas y mujeres son increpadas, abusadas y violadas todos los días en nuestro país. Lamentablemente, sólo conocemos el relato de las que se atreven a denunciar. Hay veces, incluso, que no eres consciente de que lo que te acaba de pasar es denunciable.
Humilladas, abusadas, agredidas e invisibilizadas
En este sentido, una amiga me contaba ayer, de fiesta precisamente, que cuando trabajaba como camarera en una conocida discoteca de la Vila Olímpica de Barcelona, frecuentada por personas muy adineradas, más de una vez le habían ofrecido subir a un hotel, donde se alejaban algunos clientes, a cambio de dinero. Lo peor no es que un desconocido le incitase a prostituirse… lo que me resultó gravemente repugnante es que desde la discoteca, a veces, te ponían ellos en contacto con los adinerados que buscaban compañía en sus noches de suites, champagne y lujo.
Ella, esas noches (porque fueron más de una) se iba a dormir sintiéndose sucia. No por aceptar la propuesta, ni mucho menos, sino de haber tenido que escuchar tremenda barbaridad. Porque es triste y vomitivo que un desconocido abuse de ti, pero es todavía más triste que un desconocido adinerado crea que sólo por su nivel adquisitivo tiene la capacidad de comprar Möet Chandon y, además, abusarte.
“El piloto automático”
Y te vas a dormir sin saber que lo que te acaba de suceder también es violencia. Sin ser consciente de que el mensaje autómata que nos enviamos las mujeres para asegurarnos de que seguimos a salvo, también incluye estas prácticas. Y me pregunto, y me entran escalofríos, qué pasaría si algún día una de mis amigas no responde a mi mensaje. Incluso, si no puedo responderlo yo. Me crea frustración, rabia y enfado tener que ir con tanto cuidado. Me perturba haber normalizado el ir con cuidado.
Pocas horas antes de que mi amiga me contara su historia, cuando yo iba a su encuentro, me crucé con varios hombres haciendo botellón a los pies del Casino de Barcelona y automáticamente puse “el piloto automático”. Me cerré el abrigo, no fuese que mi sutil escote les incomodara e hice caso omiso. Pasé por su lado y evidentemente pronunciaron algo en referencia a mí. Ni los escuché. Y lo triste y tremendamente preocupante es que ese deja vu ya lo había vivido antes y sé que me tocará vivirlo de nuevo, posiblemente la semana que viene cuando vuelva a salir a tomar algo con mis amigas.
Y la puñetera realidad
Y ésta, queridos lectores, es la triste y puñetera realidad. Sales de fiesta y dejas a tu familia preocupada porque no quieren que seas la próxima que llena las portadas de los medios de comunicación. Vivimos en una sociedad en la que los jóvenes escuchan la palabra “violación” en la televisión todos los días. Incluso lo ven en series, y también la normalizan. Y lo peor, les parece cool… por eso lo repiten. Estamos peor ahora que antes. No sé de quién es la culpa: los medios, las leyes, las series, el cine, la educación, los padres… o todos un poco. Pero tristemente veo muy lejos el poder salir de fiesta, volver a casa y no enviar y/o recibir un “avísanos cuando llegas a casa”.