Opinión

El día que decidí empezar a narrar la historia del presente

Portada de la docuserie "800 metros"  /  Netflix
photo_camera Portada de la docuserie "800 metros" / Netflix

Una vez vista, terminada y asimilada la docuserie “800 metros” – sobre los atentados terroristas del 17-A de Barcelona y Cambrils – he estado reflexionando sobre varios aspectos que me gustaría compartir en estas líneas.

Una nueva oportunidad para el periodismo

En primer lugar, sobre los nuevos formatos de hacer buen periodismo. En cómo se ha sabido encajar una información tan densa, potente y relevante en tres cápsulas que se consumen como ficción. Que emocionan y te teletransportan a ese día, a ese lugar. En cómo se ha dejado de lado el camino convencional de dar la información, buscando nuevas vías, llegando, de este modo, a un público mayor, incluso posicionándose en el top 10 de Netflix España.

El periodismo está en constante evolución y que plataformas como Netflix, Amazon Prime, HBO o Disney+ apuesten por este tipo de contenido no sólo me parece un acierto, sino que creo que es una nueva oportunidad para esta profesión y los profesionales que nos dedicamos en cuerpo y alma a ello.

El día que descubrí que el miedo dolía

Y por otro lado, ha sido inevitable recordar como lo viví yo. Debo reconocer que me emocioné al verlo y sentí, esta vez sentada en el sofá de mi casa, lo que sentí aquella tarde de agosto cuando descubrí cómo era el miedo real y cómo se manifestaba en mi cuerpo. Tuve la suerte de no vivir el atentado en primera persona, pero sí las consecuencias de este. Yo por entonces, en 2017, vivía entre Ripoll y Barcelona. Mi expareja es de esta pequeña ciudad a los pies del Pirineo, y yo me sentía parte de esa tierra y de su gente.

Hacía pocos minutos que me había levantado de una merecida siesta. Ese jueves fue especialmente caluroso y, además, trabajaba en turno doble y necesitaba reponer energías para la tarde. Seguía algo aturdida, lavándome la cara, cuando mi padre me gritó desde el comedor: “Miriam, ha habido un atentado terrorista en Barcelona ahora mismo. ¿Tú no te ibas ahora a trabajar?”. Primer jarrón de agua fría. Me quedé helada. Mi ciudad. Mi tierra. ¿Cómo?

Entonces empezó a llegarme una vorágine de notificaciones al teléfono. “Atentado en la Rambla de Barcelona”, “Un furgoneta embiste a decenas de personas en la Rambla de Barcelona”, “Operación policial para detener al autor del atentado”. Yo creí estar sintiendo miedo, pero un poco más tarde me di cuenta de que el miedo, era algo incluso más punzante.

La llamada que lo cambió todo

En medio de toda esa incertidumbre, de todo el caos, me fui a trabajar. Por entonces, yo no ejercía de periodista, y mi lugar de trabajo no estaba en el centro de la ciudad, donde había sucedido el atentado. Ya in situ, me llamó un familiar mosso d’esquadra y me preguntó por mí y por mi expareja: “¿Míriam estás en Ripoll?”. “No, yo estoy en Barcelona, pero él sí que está ahí trabajando. ¿Por qué?”, le respondí. No entendía nada. ¿Acababa de haber un atentado y me llama para preguntarme si estoy en Ripoll? Entonces es cuando vino el segundo jarrón de agua fría: “Míriam, creemos que los terroristas que han cometido el atentado son de Ripoll”.

Y fue entonces que descubrí que el miedo dolía. De pronto, fue como si metieran mi cabeza bajo agua y por unos segundos fui incapaz de escuchar nada más. En mi cabeza solo resonaba “Ripoll, Ripoll, Ripoll”. Recuerdo quedarme de pie, inmóvil, en silencio, asimilando la noticia que me acababan de dar. Y dolía. Me dolía todo. Temblaba y sentía fría. Efectivamente, la célula terrorista no solo era de Ripoll, sino que los tres hermanos mayores (Younes Abouyaaqoub, Youseff  Aalla y Mohamed Hychami) eran de su misma edad y habían compartido aula con él en el instituto.  

Lo que vino después…

Lo que vino después, las horas y los días siguientes lo recuerdo con mucha pena. Me desplacé hasta Ripoll y viví desde ahí todos los actos que se celebraron, todos los registros policiales que se hicieron y decidí entonces que yo quería contar historias. Como la que yo había vivido esos días y como la que mis vecinos del norte estaban viviendo conmigo esos días. Hacía años que sabía que quería ser periodista, pero después de la carrera desvié mi camino hacia el mundo de la publicidad. Los atentados, a pesar de todo, me devolvieron la ilusión de dedicarme a esta profesión. A contar historias de vida. A narrar la historia del presente.

Por eso, ver la docuserie me ha hecho resurgir un coctel de sentimientos muy dispares, pero para mi muy interconectados, pues fue a raíz del 17-A que tuve claro que, costara lo que costara, yo quería estar en este lado de la pantalla, dedicándome a esta profesión. Así que gracias, Nacho, por recordarme con este documental lo bonita y necesaria que es esta profesión y lo vivo que sigue estando el periodismo gracias a estos nuevos formatos.

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