
Hace unos meses mis amigas y yo nos descargamos la aplicación Tinder. Con los bares parcialmente abiertos y las discotecas completamente cerradas, creímos que la controvertida app de citas nos proporcionaría, además de muchos momentos de risa, ese contacto social extra a nuestro círculo de amistades habitual que, dada la situación de pandemia, tanto echábamos de menos. Nadie nos advirtió, sin embargo, que trasladar el flirteo de bar a la pequeña pantalla de nuestros teléfonos móviles nos conllevaría más momentos de dudas e incertidumbre que no, de risas.
Tinder funciona de manera sencilla. Primero escoges tus preferencias sexuales, vistes tu perfil con tus mejores fotografías, añades una pequeña descripción y decides la franja de edad de tus futuros pretendientes. Ajustas los kilómetros y todo aquel o aquella que tenga una ubicación y franja de edad similar a la tuya caerá en cualquier momento ante la pantalla inicial de tu aplicación. Si deslizas a la izquierda descartas a tu pretendiente, si deslizas a la derecha esperas ilusionada que él o ella haya hecho lo mismo. En ese caso, la pantalla se iluminará en verde y “match”. ¡¡Empieza la conversación!!
Mentiras, perfiles falsos y auténticos perturbados
Al margen de lo superficial que es todo, al principio fue gracioso. “Mira, me he encontrado al ex de tu amiga”. “Yo a mi primo, ¡qué vergüenza!”. Pero pronto nos dimos cuenta de la turbia aureola gris que envuelve todo este asunto, a priori, tan emocionante. Tinder no viene con un manual de instrucciones y lo que parece sencillo, divertido y eficaz a veces está cubierto de mentiras, perfiles falsos y auténticos perturbados.
En el flirteo de bar sabes lo que hay. Cara a cara siempre es todo mucho más fácil, en seguida puedes percibir esa magia tan propia del amor adolescente. Algo en tu interior hace chiribitas. Hay margen a la mentira, como todo en la vida, pero es diferente. A través de la pantalla, ese margen se multiplica. Las chiribitas no salen a relucir y dadas las informaciones que aparecen en los medios de comunicación cada dos por tres (Marta Calvo es un claro ejemplo de ello) la magia se convierte en prudencia. Por supuesto que han surgido bonitas y duraderas relaciones de amor a partir de aplicaciones de citas como Tinder y demás, pero hay que andar con cuidado. Y eso ya es un inconveniente. En general, hay que ser precavidos con todo lo que tiene que ver con las relaciones sociales a través de aplicaciones móviles. Y así se cansan de advertirlo los expertos en la materia, como Selva Orejón.
Aumentan los ciberdelitos en la era Tinder
La pantalla dota a los acosadores de un escudo protector. La mentira fácilmente puede vestirse y tener apariencia de verosimilitud. Es por ello, por lo que las autoridades alertan del auge de los ciberdelitos relacionados con el ciberacoso, las estafas y el sexting (las coacciones utilizando imágenes de carácter sexual de la otra persona) porque realmente en esta era Tinder, en esta era de conocer gente externa nuestro circulo a través de la pantalla, dichos delitos se han incrementado por diez. De la nada han surgido amenazas que hasta la fecha ni se contemplaban. Incluso, se han tenido que incorporar nuevos delitos para abarcar la criminalidad que existe en la red. Los depredadores han existido siempre, pero ahora se esconden tras su teléfonos móviles.
Varios ciber investigadores han informado incluso de la presencia de mafias de trata de blancas camufladas tras los perfiles de apuestos y atractivos muchachos. Por supuesto, pedófilos y pederastas, pues a pesar de que la app te exige ser mayor de edad, no hay controles eficaces de verificación. Cualquiera, falseando su fecha de nacimiento, puede acceder a Tinder y eso todo este arsenal de delincuentes lo sabe. El tonteo, la ilusión y la adrenalina del momento te puede conducir a entablar conversaciones sexuales con auténticos desconocidos. Te puede empujar a dar información personal que, más tarde, pueden utilizar en tu contra.
Está jodido
Encontrar el amor en la era Tinder está jodido. No hay nada como el amor que surge y fluye de forma natural. Como el flirteo de bar y sin pantallas de por medio. Mis amigas y yo seguimos solteras y nuestro círculo de amistades no ha diferido en exceso del que teníamos antes de descargarnos la app. Quizá íbamos muy condicionadas de antemano. Quizá, simplemente, entendemos las relaciones humanas de otro modo y con otros procedimientos. Lo cierto es que no me gustaría tener que escribir más sobre ningún suceso relacionado con los romances fraudulentos surgidos por Tinder o redes sociales y lo sigo haciendo. Sin medidas eficientes de verificación y sin una educación sexual acorde con los problemas y peligros que hay en Internet, miles de internautas seguirán metiéndose en la boca del lobo creyendo firmemente de que se trata de un campo lleno de rosas rojas. Pero cuidado con las espinas, que pinchan.