
En la Edad Media cientos de mujeres murieron en el intento de demostrar que no eran brujas. Ahorcadas, quemadas vivas, lanzadas al vacío… todo valía. Obviamente, estas mujeres morían. Lo hacían injustamente, después de haber sido señaladas, criticadas, odiadas y repudiadas. La sociedad, luego, se lavaba su sucia consciencia creyendo que, tras la muerte, la mujer asesinada, estaría en el “Reino de los Cielos”. La sociedad ha evolucionado. Ya no se cree en las brujas; pero se sigue señalando, criticando, odiando y repudiando a cientos de mujeres que son tildadas, injustamente, de malvadas, locas y manipuladoras. Brujas del siglo XXI.
Irune Costumero, madre, filóloga y docente, es, una de estas brujas del siglo XXI. Con súper poderes para poder controlar las emociones y reacciones de su hija incluso a 70 kilómetros de distancia. O eso parecen creerse los servicios sociales que llevan su caso. Todo es y pasa por su culpa. Así se lo lleva transmitiendo parte de esta sociedad durante los últimos cuatro años, desde que en agosto de 2017 la Diputación de Vizcaya le arrebató a su hija, de entonces 5 años, bajo el paraguas del síndrome de alineación paternal (SAP).
“Mi hija es mi motor y no me voy a rendir”
La menor no tiene ni voz, ni voto. No quiere estar con su padre, pero eso, dicen los funcionarios que ahora se sientan en el banquillo de los acusados, que se lo ha metido su madre en la cabeza. La niña pierde el control de los esfínteres cuando tiene que regresar con él y abandonar, nuevamente, a su madre y eso también lo controla Irune. “Me parece surrealista que mi hija tenga que estar pasando por esto y que se me culpe a mí de ello… es como si a una mujer que ha sido víctima de violencia de género la obligaran a vivir con su maltratador… mi hija no quiere estar con su padre y nadie la escucha a ella… veremos si con el juicio, su señoría me escucha a mí” asegura Costumero horas antes de empezar la vista oral.
La mujer no logra entender, explica, cómo con tres aperturas en el hospital por presunta violencia física por parte de su expareja y padre de la menor sobre la niña, los servicios sociales y el juez siguen amparándose en el SAP. “Mi hija es mi motor y no me pienso rendir”. Decenas de mujeres se han puesto en contacto con ella durante los últimos años asegurando ser víctima de esta misma acusación.
“Estoy atrapada en una espiral de violencia institucional”
En su caso, hace cuatro años que cuatro funcionarios de la Diputación las separaron entre sollozos. Hoy los responsables de esta separación forzosa se sientan en el banquillo de los acusados, sospechosos de delitos de prevaricación, maltrato y lesiones psíquicas hacia Irune y la niña. El origen de este juicio: una denuncia contra Irune acusada de ejercer sobre su hija el falso síndrome de alineación paternal.
Este supuesto síndrome consiste en negar la veracidad de lo que declara un menor inmerso en un contencioso judicial entre sus progenitores con el argumento de que uno de ellos, generalmente el que tiene la custodia (la mayoría de las veces, la madre), le convence para que declare en contra del otro. Acusando de este modo al progenitor en cuestión, normalmente las madres, de ejercer una especie de lavado de cerebro sobre sus hijos.
Un acusación es demoledora para decenas de madres que son señaladas de ser poco menos que hijas de Satanás. La retirada de la custodia es inmediata. Sin previo aviso y sin aval de ningún juez. En su caso, hasta la ONU se ha pronunciado pidiendo explicaciones. “Llevo años luchando para que se haga justicia. Sé que tengo a muchos de mi parte, pero es agotador… he entrado en una espiral de violencia institucional que no cesa. Entré obligada y ahora no sé cómo salir, espero que el juicio aporte luz a mi vida y reconozca que los que me quitaron a mi hija, se equivocaron”.
Es en este sentido, que desde este lunes la Audiencia de Vizcaya deberá analizar si el actual diputado vizcaíno de Acción Social, Sergio Murillo; a jefa de Recepción y Valoración de Infancia, María Antonia Giner; la jefa del Servicio de Infancia, Consuelo Alonso; y, de la trabajadora social Maika Urutxurtu, actuaron a sabiendas de que no lo estaban haciendo correctamente y si son, además, responsables de su sufrimiento.
“Solo espero que mi hija vuelva a casa conmigo”
“Estoy nerviosa, pero tengo mucha fuerza y mucha energía. Soy la voz de mi hija y no la puedo defraudar. Ambas queremos que se haga justicia y que pueda volver a casa conmigo”, añade a preguntas de eltaquigrafo.com. Desde que las separaron, los encuentros entre ambas han sido ridículos: dos tardes a la semana en espacios vigilados. Desde enero de este 2021 uno de cada dos fines de semana.
La vista oral se prolongará, previsiblemente hasta el miércoles. Costumero espera que sea, además, un antes y un después para muchas mujeres que están en su misma situación.