Opinión

Abre los ojos

Opnión de Núria González para eltaquigrafo.com
photo_camera Opnión de Núria González para eltaquigrafo.com
Está prohibido decir la verdad, señalar la verdad o ni siquiera, pensar la verdad, para no ofender a ciertos hombres y a aquel grupo de mujeres que se ha repetido a lo largo de la historia que tiene tal obsesión por conseguir la aprobación masculina que venden a sus congéneres a diario.

Hace unos días estaba viendo la tele y enganché casualmente Vanilla Sky, la horrorosa imitación gringa de la peli de Amenábar “Abre los ojos, en la que la único que es exactamente igual de malo en la imitación que en la original es la actuación de Penélope Cruz (menos mal que ha mejorado con el tiempo).

Es una película que me fascina porque me fascina todo lo que tiene que ver con la manifestación del subconsciente a través de los sueños. Debe ser porque soy de esas personas que casi empre se acuerda de lo que ha soñado y, no sería la primera vez, que despierto de madrugada y antes de que se me olvido busco en San Google “qué significa soñar con…” ¿A ustedes no les pasa? Es divertido.

Sin embargo, ahora tengo la sensación de estar viviendo el papel de Noriega, desde la cárcel y sin entender nada de lo que pasa a su alrededor, en una pesadilla de la que algunas estamos pidiendo a gritos despertar, igual que le protagonista de la peli.

Nos rodean fenómenos absolutamente surrealistas como que la NCAA (National Collegiate Athletic Association), la institución deportiva universitaria más importante de los Estados Unidos, haya nominado como mujer del año a un hombre. Un hombre completito con todas sus cositas de hombre, que era nadador hasta hace muy poco tiempo, pero que como era un mediocre y no ganaba ni por casualidad, decidió que se “sentía mujer”, y a partir de ese momento, competiría contra las mujeres, es decir haría trampas a la vista de todos y con la complacencia de las autoridades deportivas estadounidenses, que no pierden ocasión de fomentar cualquier tipo de misoginia.

El nominado como “Mujer del Año” se llama Lia Thomas (hasta hace pocos meses, Will) y lo recordarán porque, tras haber ganado tramposamente los campeonatos nacionales, las tres mujeres que debían ocupar el pódium se hicieron una foto sin él. Ni ellas, ni el público pensaban participar en semejante engaño. Sin embargo, puede que acabe siendo mujer del año. Hay alguna mujer en algún lugar que debería ser nominada a mujer del año por la NCAA y que no lo será porque ha sido reemplazada por un hombre, exactamente igual que en la foto del pódium de los campeonatos nacionales de natación de Estados Unidos. Pero la discriminación de esa a todos les da igual.

Esta situación tan burda y tan obvia se repite constantemente cada día, la veo a mi alrededor en los medios, en la política en las redes sociales. Gente que tiene delante obviedades y que dice exactamente lo contrario de lo que está viendo sólo para mantener la publicidad de ciertas marcas, o el silloncito subvencionado por el gobierno más progresista de a historia de España.

Está prohibido decir la verdad, señalar la verdad o ni siquiera, pensar la verdad, para no ofender a ciertos hombres y a aquel grupo de mujeres que se ha repetido a lo largo de la historia que tiene tal obsesión por conseguir la aprobación masculina que venden a sus congéneres a diario. La Acunapenes les llamamos. Porque pobrecitos los penes ahora se sientes discriminados por la existencia de las mujeres. Solución: eliminémoslas. Por eso, se cambia el lenguaje y nos encontramos expresiones como “persona gestante” “persona menstruante” “personas con agujero delantero” y así un sinfín de metáforas para deshumanizar a la hembra humana adulta. El lo mismo que hicieron los nazis contra los judíos antes del holocausto.

Y nuestro gobierno apoyando, y el de muchas comunidades autónomas también, especialmente Catalunya y Canarias. Y el capital, claro, aplaudiendo hasta con las orejas ante este nuevo nicho de mercado.  No es nuevo, pero desde luego ahora es más intenso.

Les voy a contar algo muy personal. Yo tengo una pesadilla recurrente desde hace mucho tiempo. Estoy e algún lugar, diferente cada vez, y necesito llamar a alguien. En el sueño tengo un teléfono cerca con las teclas de los números muy grandes y, sin embargo, mis dedos no responden y soy incapaz de acertar a darle al botón. Es exactamente la misma sensación de angustia que me electrifica los huesos cada vez que veo uno de estos asesinatos simbólicos masivos de mujeres. Ahí está, como el teléfono de las teclas grandes en el que no acierto a marcar.

Los símbolos son importantes porque proyectan lo que en la realidad las sociedades quieren alcanzar. Los asesinatos simbólicos de las mujeres también. La pregunta es si no habrá más remedio que saltar al vacío para despertar, igual que el protagonista de la peli, por más que repitamos al mundo aquello de “abre los ojos”.

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