Opinión

Alcàsser, 30 años de advertencia vigente para todas

Opinión de Núria González para eltaquigrafo.com
photo_camera Opinión de Núria González para eltaquigrafo.com

Me pregunto ahora si toda aquella exhibición sádica del dolor no formaba parte de la “moraleja” intrínseca del mensaje subyacente del “tú, mujer, niña, esto es lo que te puede pasar "

Un día como hoy de hace exactamente 30 años la vida cambió para todas las adolescentes de nuestro país.

Miriam, Toñi y Desireé salían de su casa en su pueblo, juntas, para ir por la tarde a la discoteca del pueblo de al lado a escasos kilómetros. No iban solas, no era tarde, no estaban borrachas ni drogadas, no hablaron con ningún desconocido. Sólo aceptaron la amable invitación de un vecino conocido de las tres que se ofreció a llevarlas en su coche hasta su destino. Lo hicieron todo bien. Y no les quepa la menor duda de que, si en lugar de tres chichas hubieran sido tres chicos lo que sucedió después hubiera sido muy diferente. Seguramente no hubiera pasado nada.

El resto de la horrible historia es conocido por todo el mundo. No hace falta reproducir nada del final de estas tres chicas, puesto que aún retenemos en la memoria el dantesco espectáculo televisivo que durante meses soportamos a costa del asesinato de las tres chavalas. Ya hubo bastante.

Sin embargo, yo que lo viví con 11 años y me causó un trauma que aún arrastro igual que a todas las niñas y adolescentes de este país en aquel 1992, me pregunto ahora si toda aquella exhibición sádica de hasta las autopsias no formaba parte de la “moraleja moralinosa” intrínseca del mensaje subyacente del “tú, mujer, niña, eso es lo que te puede pasar si no estás en el sitio que te toca, guardada en casa”.

El caso sigue abierto en varios ámbitos. En lo que se refiere a lo policial y judicial, la jueza del juzgado de instrucción 6 de Alzira, que es la que tiene en su mesa el caso, ha ordenado realizar nuevas pruebas sobre evidencias que se han ido encontrando tanto en el paraje de La Romana, donde se encontraron los cuerpos, como en el coche de Miquel Ricart, único detenido y juzgado como coautor de los tres asesinatos. Le cayeron 170 años de cárcel, cumplió 20 y ya está en la calle. La última vez que se ha sabido de él, estaba comprando droga en una casa okupa de Madrid.

Miquel Ricart es un perfecto ejemplo de aquel refrán que dice que “valgo más por lo que callo que por lo que hablo”. Y es que este asesino jamás reveló absolutamente nada más de lo que supimos todos sobre el principal autor intelectual y material del triple crimen, Antonio Anglés.

Parte del trauma que nos generaron a las adolescentes es que, aún hoy, el mero pronunciamiento de ese nombre nos produce un latigazo de terror incontrolable.

La policía realiza pesquisas de manera periódica porque la búsqueda de Anglés sigue activa. La última pista real fue que se tiró de un mercante en el que se coló como polizón, donde la tripulación habían logrado atraparlo y retenerlo antes de que atracara en el puerto de Dublín. Su intención parecía ser llegar a Brasil de alguna manera para perderse en la inmensidad y la impunidad que Latinoamérica parece garantizar a todos los feminicidas.

Como nunca se encontró el cuerpo, y según los testigos, era factible que consiguiera llegar a nado hasta la costa desde la poca distancia que lo separaba de ella cuando se tiró del barco, Anglés sigue oficialmente en busca y captura, porque existen la posibilidad real de que siga vivo.

Sin embargo, vivo o muerto en el mundo, les puedo asegurar que donde Antonio Anglés goza de excelente salud es en el subconsciente colectivo de todas las mujeres que vivimos aquellos días de adolescentes y que de adultas seguimos llevando la advertencia eterna tatuada en el instinto de supervivencia, herido por la evidencia de que cualquier niña o mujer puede ser todavía hoy Toñi, Miriam o Dessireé.

Comentarios