Opinión

Ataques de falsa bandera

La sede de COGAM en Madrid tras las pintadas
photo_camera La sede de COGAM en Madrid tras las pintadas

El general nazi Franz Halder confesó en los juicios de Nuremberg que el líder nazi Hermann Goering admitió haber incendiado el Parlamento alemán en 1933, y luego acusaron a los comunistas del hecho.

El Parlamento ruso, el presidente Vladimir Putin y el expresidente de la antigua Unión Soviética, Mijaíl Gorvachov, admitieron que el líder soviético Josef Stalin ordenó a su policía secreta ejecutar a 22 mil polacos -ente oficiales militares y civiles- en 1940, para luego culpar a los nazis.

Un agente del Mossad admitió que en 1984 el Mossad plantó un transmisor de radio en el complejo de Gaddafi en Trípoli, Libia, que transmitió trasmisiones terroristas falsas registradas por el Mossad, con el fin de mostrar a Gaddaffi como un partidario del terrorismo. Ronald Reagan bombardeó Libia inmediatamente después.

Esto son tres de los miles de ejemplos que hay de los llamados “ataques de falsa bandera” a lo largo de la historia. Se trata de autoatentados contra los propios intereses de quienes los perpetran, para achacarlos al enemigo y así poder atacarlo inmediatamente después con más dureza y con todo el beneplácito social.

Yo creo que eso es lo que ha pasado esta semana en Madrid con el supuesto ataque a la sede de COGAM (Colectivo de lesbianas, gais y transexuales de Madrid), o al menos, así lo han sabido utilizar los supuestos agredidos.

Los hechos son que, teóricamente, unas mujeres han hecho pintadas en la persiana del local. Rápidamente, esto ha sido aprovechado por los dos partidos del gobierno, PSOE y Podemos, para atacar, señalar, enjuiciar y sentenciar como culpables a todas las mujeres que no estamos a favor de su delirio transgénero y menos aún de que lo plasmen en una ley. Y todo esto en medio de la campaña electoral de las elecciones de la comunidad de Madrid.

Ninguno de los que se ha apresurado en ejercer de juez y parte, como la vicepresidenta Calvo o el ex vicepresidente Iglesias, ha pedido que se esclarezcan los hechos, ni ha mostrado la más mínima duda sobre la “transfobia” que está detrás de esas pintadas. Cosa que por otro lado no es nada original, porque la supuesta transfobia parece últimamente universal ya que, para algunos, está en todas las acciones y pensamientos que no claudiquen con todas las estupideces de la pseudoteoría queer.

No entiendo muy bien el propósito de la supuesta acción de esas ¿mujeres?, ni qué beneficio puede reportar al movimiento feminista en plena batalla campal por evitar que nos rebajen a la categoría de subhumanas con la aprobación de la Ley Trans en puertas, a la vez que intentamos salir de la trampa mortal que significa que se nos asocie con la ultraderecha.

No entiendo tampoco muy bien que tipo de reivindicación feminista puede llevar aparejada una pintada que diga “que os follen”, cuando estoy segura de que la ¿mujer? que supuestamente la escribe sabe muy bien lo que es la violencia sexual que esa frase entraña. Pero es sólo cosa mía.

Y no es que COGAM no tenga motivos para ser criticada. Esta organización hace campaña activa por la legalización en España de los vientres de alquiler, es decir, por la explotación reproductiva de las mujeres. Además, reparte “ladrillazos” simbólicos contra mujeres, como ya os conté aquí hace unas semanas, como el otorgado a la escritora Lucia Extebarria al son de las palmas de la ministra Montero. Como no, también están abonados a la idea de que hay “cosas de niños” y “cosas de niñas”, y que entre las “cosas de niñas” puede estar perfectamente la prostitución.

Quiero decir que sobran razones para ir a protestar frente a la sede de COGAM y encadenarse en la puerta si hace falta. Sin embargo, esto tiene una minúscula importancia en comparación con la posición en la que nos han puesto a las mujeres los defensores de los supuestos atacados.

Las feministas radicales hemos sido señaladas de manera absolutamente desproporcionada si atendemos a que estamos hablando en sí de que el supuesto ataque se ciñe a una persiana pintarrajeada.

Sin embargo, hemos sido señaladas con el visto bueno de todas las fuerzas políticas, como odiadoras, casi como terroristas, y por tanto, como merecedoras de castigo por una supuesta transfobia de la que no hay la más mínima prueba, y de la que tampoco se ha pedido constancia. Ni falta que les hace, lo importante es acusar y descalificar.

Todos los partidos políticos se han apresurado a aprovechar la situación para colocar en la plaza pública del odio y el reproche, tras este incidente, a las mujeres que no podían controlar y que son las del discurso más combativo contra este gobierno que las ha traicionado de manera reiterada, y que por supuesto no son las supuestas mismas de la pintada.

A los más altos cargos de todos los partidos no le ha temblado la mano a la hora de señalar, incluso con nombres y apellidos, a determinadas mujeres como culpables de odiar a un determinado colectivo. No hay que olvidar que tanto en las manifestaciones del 8M de 2020 en Madrid y en Barcelona, como en la de Barcelona de este 2021 se agredió físicamente a las feministas abolicionistas. Nunca jamás hubo una palabra de condena por parte de ningún político ni política de ningún partido.

En el caso de la persiana pintada de COGAM, en 48 horas, desde todos los partidos políticos que se llaman de izquierda, se había abonado el camino para empujar a las feministas hacia el cadalso público de la muerte social, ya que a la muerte física en plaza pública no les está permitido llevarnos. Al menos no la inmediata. Porque la muerte lenta de abocarnos a vivir en la pobreza, la precariedad y en la violencia machista, a esa sí nos garantizan llegar cada vez más.

Y no es el enemigo más visible de las mujeres quien lo hace. Si no, una vez más, el que se disfraza de aliado de la “izquierda”, mientras nos maltrata igual que la ultraderecha, pero encima nos exige aceptación con alegría de su misoginia.

Estos últimos son los que han salido en tropel a atacar a unas mujeres a las que no pueden doblegar de otra manera que con infamias y calumnias, amparándose en lo que supuestamente han hecho ¿otras?, que en nada tienen importancia para ellos pero que les han servido muy bien de falsa bandera.

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