
El 19% de las mujeres migrantes no consigue sobrevivir al trayecto que irónicamente las iba a llevar a una vida mejor, ya que la violencia contra las mujeres en tránsito es brutal y de todas las clases.
Calipso en la mitología griega fue una ninfa malvada, como casi todo lo femenino en la mitología clásica, que entretuvo a Ulises durante siete años en la paradisíaca isla de Ogigia, donde llegó incluso a prometerle al héroe la inmortalidad. Retrasó su “Odisea” de vuelta a casa tras la guerra de Troya durante ese tiempo mientras la pobre Penélope ya no sabía qué hacer con el maldito telar.
Esta semana, sin embargo, Calipso es nombre de cementerio. Calipso es una de las fosas marinas más profundas del mediterráneo, con 4.000 metros de profundidad, donde han ido a parar los restos del barco pesquero que se dedicaba a trasladar personas desde las costas africanas a la soñada Europa.
Ni se sabe la gente que había a bordo cuando se hundió hace unos días frente a Grecia mientras las autoridades griegas los dejaron ahogarse delante de sus playas mitológicas. Dicen que alguien escuchó antes de zarpar que eran 750 personas. Lo que sí sabemos es que se han recuperado 78 cuerpos, que hay 104 supervivientes y que ninguno de ellos, ni los cuerpos ni los supervivientes, son de los cientos de mujeres y niños que iban en el malogrado navío.
Estaban ahí, porque los supervivientes así lo han relatado. Pero ahora han desparecido engullidos por las aguas de Calipso.

Las mujeres y los niños y niñas son especialmente vulnerables en los procesos migratorios, como no podía ser de otra manera. En el Informe Derechos Humanos Frontera Sur de 2022, que cada año publica la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), se hacen claritos los números. 10 de cada 100 mujeres mueren en el mar durante trayecto migratorio entre África y Europa frente al los 5 de cada 100 hombres.
Sin embargo, esas no son todas las muertas, ya que el 19% de las mujeres migrantes no consigue sobrevivir al trayecto que irónicamente las iba a llevar a una vida mejor.
La violencia contra las mujeres en tránsito es brutal y de todas las clases. Violencia física, por supuesto, y, sobre todo, violencia sexual. Y esa es la razón por la que muchas de esas mujeres que se aventuran a cruzar el Mediterráneo de la pobreza a la riqueza, llegan a las pateras o los barcos de traficantes embarazadas o con bebés muy pequeños. Las migrantes son violadas repetidamente en el trayecto por los traficantes de personas o por los “compañeros de viaje”. A veces incluso no llegan a las costas porque son vendidas a las redes de prostitución.
Es muy probable que algunos de los niños y niñas que murieron en el barco en brazos de sus madres fueran fruto de esas violencias.
Pero cómo explicar lo que pasó. Es una cuestión “estabilidad” machina. Cuando las mujeres suben a una patera con criaturas o embarazadas, los patrones las colocan en el centro de la embarcación para que la balsa, cayuco o lo que sea, según ellos sea más estable, porque las mujeres se mueven menos. Son más responsables, hasta en esos momentos, de la seguridad colectiva. O simplemente están más atemorizadas por la violencia que sobre ellas o sus hijas e hijos puedan ejercer. Esta situación en el centro de la barcaza les reduce muchísimo las posibilidades de sobrevivir si se hunde, puesto que son las últimas en poder reaccionar.
Eso pasó en el maldito barco. Mujeres y niños fueron hacinados en la bodega del maltrecho barcucho para “salvaguardarlos”, cuando se sabe que, en caso de naufragio, es la parte más peligrosa. Por eso sólo han sobrevivido hombres jóvenes, los que iban en la cubierta. Por eso han muerto todas las mujeres. Encerradas, atrapadas y ahogadas.
No conozco al dedillo cuáles fueron los usos y costumbres de los navegantes griegos de la época clásica que colonizaron todo el Mediterráneo. Pero estoy segura que entre las leyes del mar había una que obligaba a prestar ayuda a los pasajeros de un naufragio, cosa que no pasó esta semana. La Grecia actual y su clase política son una vergüenza para su propia historia, en la cuna de la democracia. Y así toda Europa.
Sólo espero que Calipso haya acogido a esas mujeres con la misma generosidad que acogió a Ulises, porque ellas sí se van a quedar con ella durante toda la eternidad.