Opinión

El ministerio de las porno chachas

Cuando va a llegar el 8 de marzo, las organizaciones de mujeres entramos en un estado de actividad frenética. Queremos todas, con buen criterio, sacar una vez más nuestras reivindicaciones a las calles. Queremos ocupar el espacio público que por derecho nos corresponde y que por tiranía siempre se nos ha negado. Queremos la mitad de todo, porque somos la mitad. Esa mitad a la que todo igualmente se nos ha negado por el hecho de nacer mujeres. Sí, mujeres. Y no cualquier otra cosa.

Remarco el término ‘mujer’ porque, aunque parezca increíble, en pleno s.XXI nos encontramos que nos quieren redefinir el concepto mismo de hembra humana. Porque eso es lo que somos, hembras de la especie humana, mujeres. Un hecho biológico innegable, por mucho que ahora, algunos señoros de labios pintados y brilli brilli en el pelo, nos quieran hacer tragar que ser mujer es poco menos que un estado de ánimo cambiante. Una visión muy acorde con aquellos anuncios de compresas tan cursis en el que se preguntaban a qué huelen las nubes.

Una vez definido el sujeto político del feminismo, una de las muchas actividades que se han sucedido estos días ha sido el III Foro de Ciudades Abolicionistas de la Prostitución. Un encuentro que se celebra periódicamente en Barcelona (ciudad putero friendly por excelencia, gracias a las políticas de manga ancha del gobierno municipal), organizado por una alianza muy interesante y productiva entre el movimiento feminista y el movimiento vecinal de la ciudad condal, en la que se ponen encima de la mesa diferentes visiones del sistema prostitucional tan arraigado en nuestra sociedad y experiencias de varias ciudades de todo el estado, siempre encaminadas al objetivo último de erradicar la prostitución, abolirla.

Tal y como se abolió la esclavitud. Lo único malo de aquello es que no se abolió para las mujeres, a las que nos dejaron siendo putas de por vida. Porque eso es lo que es la prostitución, una forma moderna de esclavitud a la que están encadenadas unos 40 millones de personas en todo el mundo, más del 90% mujeres y niñas.

En dicho Foro se sucedieron intervenciones desde diferentes prismas, todas abolicionistas, porque se consideró que el lobby putero ya tiene espacios suficientes y mucho más mediáticos donde hacer proselitismo de la explotación sexual, pagados con el dinero obtenido de explotar los coños, bocas, tetas y anos de las miles de mujeres prostituidas a manos de violadores previo pago, los insaciables puteros.

Una de ellas fue Ángeles Álvarez, una feminista activista histórica, incombustible, pero mucho menos reconocida de lo que en justicia merece, que espetó: “La prostitución es el primer pacto no escrito de patriarcado, mediante el cual los hombres acuerdan repartirse las mujeres de la siguiente manera: una para cada uno (en casa) y unas cuantas para todos (las prostituidas). Mejor y más claro no se puede definir aquello tantas veces escuchado de “todas son unas putas menos mi mujer, que es una santa”.

Parece rancio y trasnochado, pero si tenemos en cuenta que según los últimos estudios de organizaciones internacionales, cuatro de cada diez hombres en España reconocen haber consumido prostitución (imaginen los que no lo reconocen, hagan el cálculo real y muéranse de asco), lo de ser putero está bastante a la orden del día.

Se fueron sucediendo las palabras, que recorrieron el mundo del porno de la mano de Lluís Ballester, o del activismo masculino, que sí, que también existe, como demostró Luis Fuentes de ‘Zéro Machos’. Se paseó por toda la geografía putera española guiados por activistas de Granada (María Martín), Sevilla (Marta B. Carballo), Barcelona (Iván Rivera y Sonia Guerra). Incluso un tal Carlos Quílez introdujo la perspectiva machistorra y rancia de los grandes medios de comunicación a la hora de tratar a las mujeres en general y la prostitución en particular, generando la mayor polémica entre las participantes.

Sin embargo, siempre hay alguien que te hace tilín y para mí, en este caso, fue el articulista Jorge Armesto, que nos fue desgranado, con una ironía gallega deliciosa, todos y cada unos de los hechos que ocurrirían si la prostitución se convirtiera en España en un “trabajo como cualquier otro”.

Uno de ellos, en sus propias palabras, que por fin vería cumplido el sueño de muchos hombres con el advenimiento de las “porno chachas”. Imaginen: limpieza de casa y “limpieza de bajos”, dos en uno por el mismo precio y además, como habría mucha desempleada dónde elegir, pues mucho más barato. Un chollo puteril.

Esto, que puede parecer un chascarrillo, es algo con lo que la que la flamante y cada vez más transparente ministra de Igualdad no sabe qué hacer. No sabe si dejar que en España existan “porno chachas” o no, así como esclavas sexuales o no, mujeres consumidas en barra libre como Alemania o no, o puticlubs de embarazadas o no. No sabe si ser penetrada por 20 o 30 hombres al día es un trabajo como otro cualquiera o no. No sabe si legalizar la trata de seres humanos para que acaben en clubs de carretera es bueno o no. Y no lo sabe porque dice que le faltan datos.

A la ministra le faltan datos, que antes de ser ministra parece que no le faltaban cuando se declaraba abiertamente abolicionista. Supongo que ahí los que sí tenía eran los datos de las encuestas.

Debe ser porque las influencers con las que se reúne y nos retransmite en directo no han leído los informes de la UCRIF, de la OIT o de cualquier organismo internacional de Derechos Humanos. Supongo que eso en Instagram no sale mucho. Igual es que son más de leer recetas de pasteles para hacerle la pelota a la jefa, amada líder, el día de su cumple, o de post en internet de “Como parecer progre por llevar el niño colgado a la teta al trabajo, cagándote a la vez en 300 años de lucha feminista obrera”.

Quien sabe, igual las chupipandi de la ministra encuentra otra fuente de datos alternativos en Internet que digan que lo de lo de ser “porno chacha” es muy empoderante y en el próximo video nos sorprende la ministra con una reunión con los productores de Porn Hub para hacer un reallity. El ministerio de las “pornochachas”. Todo es posible como cuando la ignorancia campa a sus anchas.

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