Opinión

El pedófilo disuelto

“Niñas chinas follando con adultos” fue una de las búsquedas que la policía encontró en el ordenador del asesino de Laia, la niña de 13 años de Vilanova i la Geltrú. Una de muchas, algunas de ellas, pocos minutos antes de agarrar a la chiquilla y meterla en su casa para agredirla sexualmente y asesinarla.

No es un detalle baladí si tenemos en cuenta que Laia era una niña china.

Además, en la investigación se descubrió que no sabían a qué se había dedicado el asesino en China, donde estuvo escasas dos semanas y de donde había vuelto sólo unos días antes de cometer el crimen. Él dijo que había estado trabajando de cocinero, cosa que luego resultó no ser cierta. Seguramente pasó esas semanas llevando a la práctica en la vida real todo lo que había visto antes en las páginas porno de internet que visitaba con asiduidad.

Una vez aquí, es posible que decidiera hacerlo una vez más y la fatalidad le presentó la ocasión cuando la niña bajaba por las escaleras del edificio dónde eran vecinos.

Sabemos que hay millones de páginas pornográficas, casi todas gratuitas, a las que acceden millones de personas cada día. De esas páginas, miles tienen contenido pedófilo, y son consumidas diariamente por gente que, a primera vista, podríamos considerar normal.

Sin embargo, hasta qué punto puede influir la pornografía y su consumo masivo en el desenlace de comportamientos como el asesino de Vilanova es algo que ni siquiera se ha planteado en el juicio, que ha acabado con una condena a prisión permanente revisable.

Es posible que hoy, afirmar que la pornografía puede llegar a generar asesinos sea demasiado osado para una sociedad acostumbrada cada vez más al consumo de sexo extremo a través de la red, y cada vez más a edades más tempranas. Sin embargo, es imposible obviar que, en este caso, la víctima de este feminicidio encaja, desgraciadamente, en el prototipo de las perversiones del que luego acabó siendo su asesino.

Lo que sí sabemos es que los chicos tienen una media de edad de inicio de consumo de porno a los 10 u 11 años, edad que coincide con la primera vez que se les suele entregar un móvil para ellos solitos. También sabemos que el consumo de porno influye directamente en el tipo de relaciones interpersonales y sexuales que tienen las y los jóvenes. Son cada vez más violentas, especialmente las relaciones sexuales. Y también sabemos que casi un 28% de los hombres universitarios de este país nuestro creen que las relaciones sexuales que se presentan desde la industria pornográfica son “lo normal”.

Ergo, las familias, las y los educadores y la sociedad en general no puede seguir obviando la influencia nociva, tóxica y violenta que está teniendo el porno en la gente más joven. Al respecto, les recomiendo muchísimo todos los estudios realizados por el profesor Lluís Ballester y su equipo de la Universitat de les Illes Balears.

Pero en el caso concreto que nos ocupa, y con el gorro de criminóloga puesto, no puedo dejar de plantear la duda de que, si el asesino de Laia no hubiera sido un pornero pedófilo con gusto por las niñas asiáticas, puede que Laia aún hoy estaría viva. O si cabe la posibilidad de que si Laia no hubiera sido una niña china, sino, por ejemplo, un chico latino, el asesino no hubiera abierto la puerta de su casa para secuestrar violar y matar, tal y como sí lo hizo con ella.

Cierto es que ese hombre ya está en la cárcel y la mayoría dirán que “se ha hecho justicia”, pero el análisis de este caso, y de muchos otros que existen, pero de los que ni siquiera se habla, como las decenas de asesinatos de mujeres prostituidas que ocurren en nuestro país, tiene que ver con el comportamiento de estos depredadores sexuales, y cuánto agrava su conducta el fácil acceso y consumo de porno violento y pedófilo, el cuál tienen a su mano en forma de smartphone.

La pornografía actual tiene ya graves consecuencias en el comportamiento social, el cual se cristaliza llevado al extremo en el asesinato de la joven Laia. Por tanto, es bastante inaceptable que no se ponga ya de manifiesto un debate serio y contundente sobre el campar a sus anchas de la industria pornográfica.

Cuando empezó el confinamiento en 2020, la web porno más importante, PornHub, decidió abrir gratuitamente todos sus contenidos bajo el slogan “¡Ánimo españoles!” para aligerar el encierro de muchos. Nadie dijo ni mu. Ni en aquel momento, ni ahora. Igual que tampoco se ha dicho nada tras este juicio en el que se ha visto claramente la relación entre la pedofilia y el crimen cometido por el asesino de Laia.

Todos los crímenes tienen un móvil y, en este caso, el móvil sexual es el único que existe. Un pedófilo ha asesinado a una niña tras consumir porno, sólo minutos antes. Porno donde aparecían niñas. Sin embargo, ese detalle ha desaparecido de los titulares porque la tranquilidad social exige que la condena se escriba con grandes letras, mientras que la motivación se diluya convenientemente. Queda el asesino, mientras desaparece el pedófilo pornero.

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