
En este momento, furgonetas pertenecientes a las redes de proxenetas alemanes y holandeses, donde la prostitución considerada un “trabajo” y esos mafiosos son considerados respetables empresarios, desfilan por las fronteras de Ucrania con Hungría y Polonia a la caza de la desesperación de miles de mujeres que huyen de la guerra. Son cazadores de mujeres que las esclavizan en los burdeles donde son violadas por decenas de hombre a diario que se excusan pensando que seguro que están ahí porque quieren y porque ganan dinero.
En este momento, miles de hombres en todo el mundo se están dirigiendo también a Ucrania, bajo la promesa de temer carta blanca para desatar toda la violencia que puedan ejercer. Tras apuntarse en la embajada, son ungidos como paramilitares que llegan a un país, que seguramente no sabrán ni situar en el mapa, pero donde sus mujeres serán para ellos, como siempre en cada guerra, arma y territorio de conquista. Lo mismo ocurre con los soldados invasores. Las mujeres del país invadido también son botín.
En este momento los negociantes de la industria criminal de los vientres de alquiler, que extraen miles de millones al año del cuerpo de la ucranianas, en forma d bebés que se ven obligadas a vender, se afanan en encontrar el método más fiable para proteger su inversión. Ya sea aislando a las mujeres en búnkeres o trasladándolas forzosamente a la frontera para que los sicarios de la maternidad las vigilen, lejos siempre de sus familias, hasta que paran y pueden entregar el producto y cobrarlo a quine pagó por una persona, entre ellos muchos y muchas españoles.
En este momento muchísimas mujeres mayores están solas en medio de una guerra. No tienen nada y aún así, siguen siendo la columna vertebral de su comunidad. Tienen la obligación de sobrevivir para que no desaparezca la humanidad en medio del infierno. Las más jóvenes seguramente serán violadas, ellas tampoco están a salvo de eso, pero a las mayores les tocará mantenerse en pie, como siempre, les pase los que les pase.
En este momento miles de mujeres no tendrán nada que comer y seguramente, en un lugar en guerra donde sólo impera la ley del más fuerte y donde la comida y los suministros suelen quedar bajo el mando de quien puede más, cuando tengan hambre sus propios compatriotas les exigirán ponerle el pene en la boca antes de poner comida en sus manos. O por una manta, o por un colchón. O por dormir en un refugio medio seguro junto a sus hijos. Ellas tendrán que pagar con su cuerpo, además de con el dinero con el que los señores de la guerra hacen negocio.
En este momento millones de mujeres en todo el mundo pueden estar en cualquier de esas situaciones, y todas podemos estarlo alguna vez. Por eso la lucha de las mujeres nunca es por una sola ni por unas pocas, es por todas. Por todas y por cada una, porque todas siempre somos asisesinables, violables, putificables, traficables, violentables, explotables, ignorables, en definitiva, deshumanizables.
Por eso el 8 de Marzo Día Internacional de la Mujer, conmemoramos la lucha que hicieron para todas aquellas mujeres en Nueva York que entregaron su vida el 8 de marzo de 1857. Fueron quemadas vivas dentro de la fabrica donde estaban produciendo tejido de color lila, porque pedían mejoras laborales para todas las obreras. Por eso el humo que salía de la fábrica en llamas fue de ese color. Por eso el 8 de Marzo sólo puede ser el 8 de Marzo, el color de las feministas sólo puede ser el lila y por eso la lucha de las mujeres nunca es individual ni por una sola. Porque a las mujeres nos destrozan bajo cualquier bandera. Por eso la lucha de las mujeres es por ti, por mí y por todas mis compañeras. Porque la fuerza de las mujeres es el futuro de todas.