
Las hogueras en las que antaño se quemaban a las mujeres, existen. Sólo que ahora han evolucionado.
Algunas, como todo en esta época rara, ahora son virtuales y se han transformado de hogueras a redes, pero en ellas queman igual a las mujeres. Las redes sociales son hoy el cauce más grande de violencia machista consentida que existe. Contra las mujeres en general y contra las feministas en particular, allí hacen gala de su misoginia impunemente todo tipo de personas, escondidos tras nombres y fotos falsas o a cara perro. Insultan, agreden, acosan, mientes, humillan, y si existiera una muerte virtual, nos matarían con todo gusto. No lo duden.
Otras hogueras que se han encendido al albur de este 8 de Marzo, han nacido en los despachos de los partidos políticos, en los despachos ministeriales y en los despachos judiciales. En todos ellos se ha dictado sentencia de culpabilidad en juicio sumarísimo contra las mujeres y contra el movimiento feministas.
Culpables de ser un peligro público. Un peligro para la salud. Esto lo hacían mientras miles de personas se apelotonaban para recibir al Atlético de Madrid a las puertas de un estadio de fútbol, o mientras los gobernantes de la capital solicitan que se abra todo para Semana Santa. A la hoguera del encierro han mandado a las mujeres de Madrid a las que, de manera injusta, como todas las sentencias que acaban en el fuego, les han cercenado sus derechos fundamentales. Y lo han hecho sin despeinarse.
En una cosa si tienen razón todos los que encienden las hogueras oficiales. El movimiento feminista y las mujeres somos un peligro para su salud, sobre todo para su salud social, ya que somos las únicas capaces de moverles el tablero y el culo de los sillones poderosos, y algunas veces corruptos, en los que se sientan, y desde los que dirigen este sistema que se desmorona. Hambre, muerte, desesperación e incertidumbre para la mayoría. Ese es el cotarro que están apuntalando desde los despachos oficiales hoy. Las feministas solicitamos a la calle a decir que NO, que ya está bien de tanta incompetencia y de tanto sufrimiento creado por malas gestiones y malas decisiones. Su respuesta, hoguera para las mujeres. Silencio y encierro.
Pero todos estos son los habituales abonados a la misoginia, por eso ya casi ni sorprenden.
Sin embargo, hay otras hogueras que me dan más miedo, que son las que nacen en las ascuas de los “buenos corazones” de la gente “sensata”. Es gente que, en pro del supuesto “sentido común”, ya viene demostrando hace meses que no les importa sacrificar cualquier cosa, hasta la vida de otros, por su propia sensación de seguridad. Gente que le gustaría verlo todo cerrado, aunque supiera que eso conlleva el sufrimiento extremo, incluida la miseria y el hambre de muchos, con tal de dormir más tranquilos en sus camas. Y encima, se autoconvencen de que esa actitud es un bien para la sociedad en general.
Esos y esas, son los primeros que no han dudado en señalar a las mujeres y a las feministas el camino a la hoguera, a todas aquellas que osen reivindicar su derecho a la libertad de protesta. Ese que han venido ejerciendo (y bien ejercido), todas las personas que se han sentido agraviadas en el último año. Con esos, los del sentido común, no han piado. Pueden haber arrugado el morro, pero mantuvieron la discreta crítica. Pero contra las mujeres, se han desatado.
Sin el menor remilgo ha apelado a nuestra obligación ancestral de cuidar de todos y de todo antes de que nosotras mismas para, utilizar el martirio de la culpa, y obligarnos a callar, a desaparecer, y como gracia, a dejarnos salir al balcón a protestar, el mismo día que la mayoría tendrá que coger el metro abarrotado para ir a trabajar.
A esa gente del sentido común, les ha satisfecho casi orgásmicamente, el atropello de los derechos más básicos de las mujeres en Madrid, y hubieran aplaudido hasta con las orejas si se hubiera tenido “mano dura” y se hubiera hecho lo mismo en toda España.
Son muchísimos, yo diría que pudieran ser incluso mayoría, los y las que no tendría en menor problema en sacrificar cualquier derecho de las mujeres, cualquiera, si con eso les aseguran que ellos y ellas se iban a sentir mejor. Cada vez que veo un comentario en ese sentido o una adhesión a esa macro inquisición machista y machuna, compuesta también por muchas mujeres, confieso que el miedo, literalmente, me atenaza. Tengo miedo de esa gente que podría sin problemas rebajarnos a cualquier cosa por tal de satisfacer su ansiedad.
Esa gente del sentido común, cuando así nos envía al fuego purificador de nuestro pecado de querer ser humanas y existir como tal, no se comporta muy diferente de los que ya tenemos más que identificados como habituales enemigos de las mujeres, a saber, puteros, maltratadores, alquiladores de vientres, explotadores laborales, tratantes. Todos ellos encuentran una explicación muy lógica y de mucho sentido común a su comportamiento que pisotea los derechos de las mujeres. Unos, unos y otros, otros. Pero todos, al fin y al cabo, dan por bueno nuestro sacrificio en favor del supuesto “bien común”, y o el suyo propio.
Un escalofrío real me recorre la espalada cada vez que alguien dice aquello de, “este año mejor no”, sabiendo que sólo lo han dicho y lo han pensado en referencia al 8 de Marzo y a las mujeres. Este año mejor no la libertad de manifestación, el año que viene mejor no a lo de trabajar fuera de casa para poder cuidar a los de dentro, al otro año, mejor no ir a estudiar chicas, porque es un peligro y al final, no nos va a hacer falta. Y si protestas, lo de siempre: eres mala, eres puta, estás loca, a la hoguera.
Me doy cuenta de que se cumple a la perfección el refrán aquel de “Cuídenme las diosas de las aguas mansas, que de las bravas ya me cuido yo”.
Pues les comunico que, aunque sea caminito a la hoguera, igual que muchas de nuestras ancestras, orgullosamente este 8 de Marzo de 2021 seguiremos tomando nuestro espacio, ocupando el espacio que nos corresponde, que nos es propio por derecho. Porque, este año, más que nunca, nos sobran los motivos y las pruebas para decir que el mundo así no funciona. Y que la culpa es de quien lo maneja, que no somos precisamente las mujeres.