Opinión

La madre coraje de un violador

Opinión de Núria González para eltaquigrafo.com
photo_camera Opinión de Núria González para eltaquigrafo.com

De todas las novedades que por fin esta semana parece que van a llevar a la resolución del caso de la salvaje violación de Igualada el pasado 1 de noviembre, merece mucho la pena pararse unos momentos a analizar el papel de la madre del presunto violador. Y merece mucho la pena porque, tristemente, estoy bastante segura de que muchas madres y padres no harían lo que hizo esa mujer.

Cuando hablamos de “madre/padre coraje”, siempre tenemos la idea en la cabeza de que son aquellos que defienden a sus hijos e hijas contra viento y marea de alguna situación injusta o desgraciada que les ha tocado vivir. La primera vez que yo recuerdo eso de “madre coraje” la asocio a las mujeres que protestaban ante la casa de Sito Miñanco, Laureano Ubiña o los grandes capos de la droga de la “Operación Nécora”, por allá a finales de los años 80.

Aquellas mujeres eran madres de chicos y chicas que la droga con la esos personajes hacían negocio se había llevado por delante. Protestaban donde nadie se atrevía y hacían lo que nadie se atrevía en el intento de proteger a sus hijos, o a los hijos de los demás si los suyos ya habían muerto, de aquellos que se enriquecían a base de suministrarles caballo en vena, hasta matarlos.

Ni que decir tiene que aquellas mujeres fueron ridiculizadas, insultadas, agredidas y ninguneadas, simplemente porque trataban de proteger a sus hijos de la sociedad que amparaba a los traficantes y despreciaba a los que caían en la droga, cuando todavía no se sabía casi ni lo que era. Seguramente muchos pensaron que esas mujeres eran unas malas madres que no habían sabido cuidar de sus hijos y que ahora, a q qué venían a protestar.

La principal diferencia entre las madres contra la droga gallegas y la madre del presunto agresor de Igualada es que el este segundo caso, la madre no intenta proteger a su hijo de la sociedad, sino a la sociedad de su hijo que, obviamente es un peligro.

Hizo lo que casi ninguna madre (o padre) se atreve a hacer.

Estoy segura de que también de que, si alguien se enteró en su momento de que la madre del violador de Igualada lo había echado de casa siendo menor de edad y denunciado ante la policía por abusar de su hermana pequeña, algunas de esas personas también pensarían que esa mujer sin duda era una mala madre que, además de no haber sabido criar a su hijo como una persona de bien, encima ahora no lo “protegía”. No lo tapaba. Nuestra sociedad siempre ha amparado también a los abusadores.

Entre el 10% y el 20% de los menores han sufrido abusos sexuales en España, tal como apunta el estudio anual de “Geoviolencia Sexual” que publica anualmente el portal especializado feminicidio.net. El 85% de esos abusos sexuales a menores se producen en el domicilio. En más del 93% de los casos las víctimas son niñas y el 86,6% de los agresores son hombres. Esos hombres no son desconocidos que entran en las casas y abusan de las niñas. Los abusadores siempre son familiares o conocidos de las víctimas. Padres, hermanos, abuelos, tíos, amigos de la familia. Hombres adultos que gozan de la confianza del resto de los adultos de la familia y que de ellas se aprovechan para cometer sus abusos desde la más absoluta impunidad.

Si la madre del violador de Igualada hubiera pertenecido al 70% de los adultos, normalmente los padres, a los que los menores agredidos sexualmente les explican lo sucedido, pero los ignoran, es posible que esta semana el violador de Igualada no estuviera detenido. Ese 70% de padres y madres que tapan los abusos, están encubriendo a los abusadores, simplemente porque son otros hijos, el marido, o algún conocido. O simplemente por no pasar la vergüenza del qué dirán.

Sin embargo, esa madre del violador de Igualada sí escuchó a su hija pequeña, sí actuó apartando a su otro hijo y, lo más importante, lo denunció para que no pudiera hacer al resto de las mujeres y niñas de la sociedad o que sí le había hecho a su hermana.

Y no sólo eso, sino que cuando hace unas semanas los mossos d’esquadra se pusieron en contacto con ella para que les ayudara en la investigación que acabaría con la detención de su hijo mayor, sin el menor atisbo de duda y con todo el coraje del mundo, esa mujer colaboró con la policía a encontrar y encerrar a su hijo violador.

Muy lejos de esa actitud estuvieron, por ejemplo, todos los patéticos y vergonzantes familiares de los integrantes de “La Manada” de Pamplona, que justificaban una y otra vez la atrocidad que habían hechos sus hijos, novios, nietos, etc., sólo porque la chica había seguido con su vida.

La misma mierda que cuando oigo a algunas madres y padres justificar que sus hijos sean expulsados de los institutos o sancionados, o incluso se les tengan que interponer órdenes de alejamiento ya desde adolescentes, amparándose en que las víctimas de sus abusos tienen tal foto de tal manera en el Instagram y claro, es que van provocando. Es el nuevo “las visten como putas”.

Nada de eso hizo la madre del presunto violador de Igualada. Denunciando a su hijo y ayudando en su detención, también estaba protegiendo, no sólo a su otra hija, sino a todas las mujeres. Eso es coraje.

Por cierto, no me gustaría dejar de apunta que igual de boliviano que es el violador es su madre que lo denunció y que ha hecho mucho más y mejor que muchos padres autóctonos que no harían ni han hecho jamás, concretamente por ejemplo ese 70% que hace oídos sordos cuando una niña les cuenta que ha sido abusada por algún conocido. Y mucho menos denunciar a los agresores si de su prole se trata.

Cierto es que tenemos una malísima gestión de la inmigración que está convirtiendo la multiculturalidad en una amenaza, en lugar de en una oportunidad, que es lo que es, pero eso es tema para otro día.

Hoy sólo quería reconocer a esa madre, de cuya historia de vida sabemos muy poco pero que podemos intuir que no ha sido fácil, y que desde el total anonimato nos ha dado una lección enorme de lo que es el coraje de una mujer.  

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