Opinión

LA YENKA

Pues ya estamos aquí otra vez, de vuelta de este no verano, lleno de no vacaciones, de no viajes y de no fiestas de pueblo, y por tanto, lleno también de no verbenas ni de esas canciones casi centenarias que nos alegran (o alegraban), año tras año, y que a los autóctonos de cada uno de nuestro pueblos les permitía disfrutar del dudoso agradable espectáculo de ver a los urbanitas invasores, (en Andalucía, por ejemplo, también llamados “rebañaorzas”), bailar borrachos con más pena que gloria.

Nada de eso ha pasado este año tampoco. Sin embargo, la Yenka, una de esas canciones que no hemos bailoteado, parece ahora una alegoría de la política española que, a la vuelta del verano está igual de poco atractiva que a la ida.

“¡Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un, dos, tres!”.

Me explico.

Uno de los espectáculos más lamentables que hemos sufrido en este verano ha sido el atraco a mano armada casi que supone el recibo de la luz, que ha batido más récords que todos los que se batieron en los juegos olímpicos (también “no juegos olímpicos), de Tokio. El parcheo que se le ha ocurrido al gobierno central para intentar mitigar tal despropósito ha sido bajar el IVA. Una medida que podía haber firmado con una sonrisa la mismísima Margaret Thatcher.

El gobierno más progresista del mundo libre ha desistido de meterle mano al sistema de subasta que hace que el precio de la luz dependa de la especulación más pura y dura. Esto es, que depende de los millones que ese día quieran ganar (o robarnos) las compañías energéticas, que las familias puedan encender un ventilador cuando estamos a 45 grados.

El gobierno prefiere no molestar a las grandes corporaciones y mejor, dejar de recaudar la mínima parte del recibo que directamente va a parar a la ciudadanía, por ejemplo, en forma de bonos sociales para pagar la luz de quien no puede hacer frente al recibo. Es tan absolutamente perverso que es hasta malvado. Es el ejemplo perfecto de que la estupidez mata. Porque por muy buena que sea tu intención de abaratar el coste final del recibo de la luz, hacerlo a costa de la parte que se recauda para todas y todos los ciudadanos en lugar de los multimillonarios beneficios especulativos de las energéticas es de ser estúpido y malo.

Además, es de primero de política de barra de bar que bajar los impuestos es una medida estrella de la derecha clásica de toda la vida. Se bajan los impuestos porque a la derecha no le importa un pito el posible bien común y la justicia social. Y si no hay dinero para pagar bonos sociales, pues al carajo. Esa es su política. Y que haya que explicar esto en el siglo XXI es completamente descorazonador.

Pero este gobierno central, se pasa la vida bailando la Yenka, diciendo una cosa, haciendo otra, para delante y detrás, un, dos, tres.

¿No se lo creen? Para muestra un botón. Hoy mismo ha anunciado Isabel Díaz Ayuso que la Comunidad de Madrid dejaría de recaudar impuestos propios. No dejan de recaudar porque vayan sobrados de dinero y de recursos, que va. Sin ir más lejos, hace un par de semanas, desde la atención primaria de la sanidad pública madrileña se denunciaba que ni esparadrapo tenían en los centros de salud para hacer curas a los pacientes, y que eran éstos los que tenían que ir a la farmacia a compáralo para llevarselo a la enfermera. La razón era porque el precio de la licitación que había sacado la Comunidad de Madrid era tan paupérrimo, que las empresas ni costes cubrían y, obviamente, no se había presentado ninguna. Resultado, no hay material sanitario.

Al gobierno de la Comunidad de Madrid se la trae bastante al pairo si hay esparadrapo, gasas, aspirinas o cualquier material en la sanidad pública, por eso no necesitan dinero público para que funcione, por eso pueden dejar de recaudar impuestos. Porque lo público no es prioritario. Es para la derecha un engorro que ojalá algún día se convierta en poco menos que en caridad. Y de rebote, si la gente se va en masa a las mutuas mejor, que seguro que tienen amigos en el negocio. Igual que en Catalunya, por cierto.

Pero ver a Díaz Ayuso en estos menesteres ni nos puede ni nos debe sorprender. Es su bandera. Lo que subleva es que el autoproclamado gobierno más izquierdoso del universo opte por la misma operación, y en lugar de utilizar su poder, que es muchísimo, para frenar la especulación energética, salga la ministra de turno a pedir “empatía” a las grandes empresas.

Y ésta es nuestra condena a la Yenka eterna, por tener unos gobernantes que han sacrificado la ideología y el más mínimo atisbo de compromiso social, en el altar marketing barato y de los consultores, que convierten a nuestros representantes pésimos políticos pero en cotizados  tertulianos.

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