Opinión

Malditos bastardos

Alguna gente del barrio de Salamanca de Madrid debe cree que son lo más y súper originales, pero lo cierto es que está muy visto su numerito, y como siempre, el intento de pijerío castizo deja mucho que desear.

Porque, es una verdad universal que, en cualquier lugar del mundo y en cualquier circunstancia, siempre hay algún negado que, si no fuera porque el grupo social lo protege de la selección natural, haría mucho tiempo que habría dejado de existir.

Y también es otra verdad universal que, cuando se juntan unos pocos de esos incapaces sociales, también hay alguien en lo alto de la pirámide de la alimentación social, un depredador, que los manipula para su propio interés. Y esto es un indicio que se da en todos los grupos de bastardos. Su líder siempre es inconfundible.

Todos juntos forman el universo paralelo de los malditos bastardos. Están por todas partes y durante todo el tiempo. Sólo que últimamente, al calor de la pandemia, han florecido como buenos capullos en esta primavera.

Los primeros que se dejaron ver fueron algunos brasileños partidarios de Bolsonaro que, sin duda, es uno de los personajes más siniestros en el panorama mundial. Tanto que yo no sabría si ponerlo por detrás o por delante de Putin. El 20 de abril, sus esbirros salieron a las calles de Rio de Janeiro para exigir la aplicación de la norma AI-5, lo que en la práctica significaría la militarización total del país y la dictadura. Los manifestantes expresaban claramente que sería temporal, pero que durante ese tiempo acabarían con las “ratas“ que nos les dejaban salir a la calle,como el jefe de gobierno de Río.

Por su parte Jair Bolsonaro, entre desforestación y destitución del Secretario de Salud por querer aplicar medidas contra la Covid-19, aprovechó para mandar ánimos a sus fans a través de sus redes. Como saben, Brasil es el país con más muertes y contagios de América del Sur.

Después, saltaron a la palestra un grupo de estadounidenses. Ninguna sorpresa, ya que los norteamericanos nos han demostrado siempre que, desgraciadamente, tienen un alto índice de seroprevalencia del virus de la estupidez en su población. Prueba irrefutable de ello, es el presidente que eligieron.

Concretamente, el pasado 1 de mayo, unos cuantos tipos armados tomaron al asalto el Capitolio de Michigan para impedir en su estado una prórroga de las medidas de confinamiento. El grupo de individuos lucía metralletas y rifles, pero ninguno mascarilla ni guantes. Igual les parecía una buena idea matar el virus a tiros. Total, es la costumbre nacional. Como no, Donald Trump les enviaba ánimos desde su cuenta de Twitter. Como saben, Estado Unidos es el país con más muertes y más contagios del mundo.

Y ahora, se les han querido sumar la revolución de los borjamari del barrio de Salamanca de Madrid y de Aravaca. Es injusto meter a todo el barrio en el mismo saco, hubo vecinos que llamaron a la policía para que, el pasado miércoles por la noche, dispersarán a los grupúsculos armados con palos de golf y banderas de España, aporreando señales de tráfico, en lo que supongo habrán considerado ellos una acto revolucionario y subversivo.

Fueron convocados y jaleados por el partido neo fascista verde limón, y aplaudidos por el alcalde de Madrid, que mandó a la policía local a dirigir el tráfico, además de considerar el esperpento una expresión democrática de lo más normal. También por la presidenta de la comunidad, que desde que se ha metido a la nueva virgen de los Dolores, la iluminación divina le fluye en cada cosa que dice. Y ahí está una vez más la prueba irrefutable de la comunidad bastarda, sus líderes inconfundibles. Esta vez, por duplicado.

Pero esto de la represión va por barrios, como todo. En esta concentración había cientos de personas pasándose por el arco del triunfo todas las medidas de seguridad. Esto en sí ya es muy grave, pero lo es más cuando estamos hablando de la ciudad de Madrid, epicentro de la pandemia en España y fuente de infección para las personas de las provincias colindantes. Un lugar donde en las UCIS aún no tienen ni una cama libre y la atención primaria ha sido desmantelada durante décadas por los predecesores Almeida y Ayuso. Me puedo imaginar claramente a Esperanza Aguirre palo de golf en mano y con tacones y calcetines, aporreado una señal de STOP.

Hubo 13 identificados. No tenemos conocimiento de que se levantara denuncia alguna y menos aún de que hubieran detenidos. En una violación flagrante de todas las normas administrativas y de todas las normas de convivencia social, hubo 13 identificados. A mi vecina, le pusieron 600 euros de multa hace unos días porque fue a la frutería y se le olvidó el tique. Volvía con las bolsas en las manos cuando fue pasto de las fuerzas de seguridad y la empapelaron. Pero claro, la renta per cápita de mi pueblo en Tarragona queda muy lejos de la del barrio de Salamanca. Igual que queda, por cierto, el índice de contagios, que no ha llegado a las 100 personas aquí, felizmente. Pero eso da igual. Siempre hubo las normas para todos y luego las de los poderosos.

Por todo ello podemos concluir que, definitivamente, en la lista de los malditos bastardos, la revuelta de los Palos De Golf ha quedado muy cutre. Y muy ridícula. Algo así como si Pajares y Esteso hubieran querido hacer una película de la Guerra de las Galaxias, siendo cada uno de ellos Luke Skywalker y Han Solo. Así se ven. Sin remedio.

Claro que no puede quedar de otra manera la gente que sólo reivindica su derecho a seguir explotando a otra gente. A seguir contagiando a otra gente. A poder ir a sus segundas residencias en las Castillas, o las playas de las Baleares o de la Comunidad Valenciana.

Reivindican su derecho a que un camarero con un sueldo precario les sirva, una limpiadora con un sueldo miserable les limpie la habitación del hotel, y mientras, la nana sin contrato y en régimen de semi esclavitud vuelva a casa a ocuparse de los trabajos sólo aptos para pobres, especialmente de sus hijos, a los que ya no soportan ni un minuto más. Si toda esa gente se enferma les importa menos que nada, porque esa gente les importa menos que nada. Y si ellos se enferman, irán a su sanidad privada sin colas ni colapsos.

Igual creen que le resto de la población pretendemos seguir confinados de por vida pasando calamidades. Nosotros también queremos salir, pero a trabajar, a consumir en los negocios de nuestros vecinos, y a intentar sobrevivir. Es verdad que estos de la milla de oro capitalina no llevan rifles de asalto, pero llevan la misma maldad del egoísmo que es el virus putrefacto que infecta sin remedio a las malas personas. No mata, pero les señala y les convierte en malditos bastardos.

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