
Una mujer en Lleida se subirá a un autobús en la madrugada del sábado con destino a Madrid. Un hombre la manoseó en un avión. Denunció. La justicia la ignoró. Vio como su padre le pegaba a su madre. Su madre denunció, ella testificó. La justicia la ignoró. Sabe que su caso no es el único. El autobús está lleno de mujeres como ella. Sólo le queda la rabia. Y va Madrid a lanzársela a quién convenga. Igual que la demás. Nadie le ha pagado el viaje, es más, han hecho un fondo común para que ninguna se quedara sin subir al autobús de la ira. Y van dos, llenos.
Una mujer en Cádiz se subirá a un autobús en la madrugada del sábado con destino a Madrid. No ha tenido un trabajo con contrato en los últimos dos años. Se le acabó el paro y sobrevive, ella y sus dos hijos, con lo que gana limpiando casas cuando sale algo. El padre de los niños le pasa 150 euros al mes por los dos y con eso la ley dice que ya cumple. Su casero le ha insinuado ya varias veces que si no puede pagar el alquiler con dinero ya sabe cómo le puede pagar. Y a veces, se lo plantea seriamente, si llega el momento y no quiere verse debajo de un puente con sus dos criaturas. Ha escuchado a alguna politiquilla decir que “eso” también es un trabajo. De hecho, a ella es el único que le ofrecen. No podía pagarse el viaje, pero sus compañeras de trayecto lo han hecho por ella. Va a Madrid a solicitar que alguna de las del Congreso de los Diputados le cambie el sitio.
Unas chicas en Alicante se subirán a un autobús en la madrugada del sábado con destino a Madrid. Es la primera vez que van a la capital. Están ansiosas por llegar y gritar que están enfadadas porque sus compañeros de instituto ya no las tratan como personas. Saben que entre ellos se pasan fotos de otras compañeras, a las que humillan y les amargan la vida. Se lo han dicho al director del instituto y ha pasado de ellas. Las represalias son peores. Y las compañeras de las fotos han decidido abandonar el instituto. Han tenido que convencer a sus respectivas madres para que las dejasen ir. Y ahí van, a quemar Madrid.
Una mujer en Extremadura se subirá a un autobús en la madrugada del sábado con destino a Madrid. Quiere ver por ella misma cómo es posible que decenas de mujeres de su lejana e incomunicada tierra se hayan unido para ir a la capital a unirse a otros cientos de mujeres que vienen desde todos los puntos de España, de manera espontánea y sin la ayuda ni la tutela de ningún partido político ni sindicato, a reclamar que las mujeres rurales también sufren el machismo. Sólo que además ellas sufren la maldición de ser invisibles por vivir en un territorio olvidado.
Varias mujeres en Baleares cogerán un vuelo juntas el sábado bien temprano. Lo compraron hace tiempo para que saliera bien barato. Quieren formar parte del contingente de mujeres valientes que van a tomar las calles porque están hartas de que su único futuro sea el de servir de reclamo a turistas que vienen a su tierra en busca de sol, playa, alcohol y sexo, porque así se lo han vendido. Los gobernantes han convertido sus islas en la punta de lanza del modelo de turismo sexual español. El país más putero de Europa y el tercero del mundo. Ni ellas ni sus hijas quieren ser carnaza, y eso lo van a dejar bien claro de Neptuno a Sol.
En todas las ciudades del país este sábado de madrugada se inicia una movilización por la supervivencia y la dignidad de todas las mujeres. Nada nos queda puesto que hemos sido despojadas hasta de nuestra propia existencia. Hemos sido reducidas por todos los partidos políticos que se autoproclaman “izquierda” a la nada. A un sentimiento pasajero. Pretenden que seamos caricaturas. Hemos perdido nuestra condición de “humanas”. Es necesario que así sea para que puedan legalizar los vientres de alquiler o la violación pagada llamada “prostitución”, sin cargo de conciencia.
Nuestros políticos, todos, nos veden, maltratan, ignoran y humillan cada día. Pero también nos rentabilizan con los millones de horas de trabajo gratuito que millones de mujeres hacen en sus casas, que nadie paga ni cuantifica, porque ya se sabe que “el feminismo es cuidar” y que las mujeres están para repartir amor y bienestar a cualquier antes que a ellas mismas. Eso que se ahorra el estado, para que ellos puedan gastar en comilonas y burdeles.
Es posible que nuestra precaria situación no tenga reverso y que el camino de la esclavitud (laboral, sexual, social o familiar) que nos reservan ya lo tengamos adjudicado. Sabiéndolo, decidimos esperar nuestro destino en las calles, iniciando una guerra por nuestras vidas en el centro del poderío patriarcal el próximo sábado 23 de octubre a las 12h en Madrid. Por eso, en la madrugada de ese día, en cada rincón de cada pueblo o ciudad, por tierra, mar y aire, sólo se oirá, Mujeres a las calles ya. Hasta el final.