
Miles de mujeres de lo más normal se juntaron este sábado en Madrid para hacer algo también muy normal, aunque cada vez menos habitual, que es protestar por lo que les molesta y exigir que se cambie. Y exigieron la dimisión inmediata de la ministra de Igualdad, Irene Montero y por ende, también de su jefe, el presidente del gobierno Pedro Sánchez, ya que, si una es responsable de las políticas más salvajes contra las mujeres que se recuerdan en democracia, el otro es responsable por permitirlo.
Fueron, las que se manifestaron, unas 7.000 mujeres de todo tipo y edad, mujeres trabajadoras, madres, estudiantes, unas con más suerte en lo laboral que otras, solteras, viudas, casadas, arrejuntadas, de aquí y de allá. Todas con los mismos problemas y preocupaciones que cualquiera, como llegar a final de mes, buscar una vivienda digna y asequible, aprobar el curso, encontrar un mejor trabajo, que la familia esté bien y intentar tener medio microsegundo más, aunque sea, para nosotras de higos a peras.
Unas 7.000 mujeres con un sueño y derecho en común, que es el de vivir una vida libre de violencia. Pero no sólo la física, sino todas y cada una de las que ejerce cada día este sistema patriarcal y androcéntrico que, como recogía el manifiesto leído ayer, es incompatible con la vida.
Y cuando se atenta contra los sueños de una y contra la propia vida, nos defendemos. Sólo que ahora hemos cambiado las formas y los instrumentos.
Hartas de que partidos políticos y sindicatos, dirigidos por y para hombres, no sirvan absolutamente de nada a las mujeres ni hagan nada por solventar nuestras necesidades más básicas como que no nos maten, no nos violen, no tengamos que prostituirnos o vender a nuestros hijos para sobrevivir, o simplemente que un maromo con falda no se meta en el lavabo de señoras a menársela detrás de nuestras hijas. Ninguna de esas necesidades ni muchas otras las resuelven ya ni partidos políticos ni sindicatos.
Las mujeres, que tenemos muchísimos más recursos que la otra mitad de la población sobre todo cuando dejan de pisarnos un poco el cuello, nos organizamos al margen de esas instituciones decimonónicas, que ya no sirven ni para representar la voluntad de la ciudadanía ni para hablar en nombre de nadie. Ni en el congreso, ni en las mesas de negociación colectiva, ni en la calle.
Nos organizamos solas, sin dinero público ni subvenciones, mediante el método de la ayuda comunitaria, efectivísimo y que nunca ha sido dejado de utilizarse por las mujeres en la historia y en todo el mundo. Todas cuidamos de todas. Y ha sido un éxito, rotundo y sin matices.
No se equivoque nadie pensando que entre las 7.000 mujeres que se manifestaron ayer en Madrid no había militantes de partidos políticos y de sindicatos, porque las había, en abundancia y con mucha variedad. Y eso, debería poner en alerta a los gerifaltes de esos aparatos.
Porque si la mayoría de las mujeres ya ni se acercan a los partidos, hartas de un engaño tras otro, ni a los sindicatos, donde no las dejan pasar de ser la “cuota”, pero las que están dentro también han decidido que para pelear ya no necesitan el instrumento que se supone que ellos ofrecen, obviamente, tanto partidos como sindicatos tienen los días contados ya que ha dejado de ser existir la razón por la que nacieron, que era la de agrupar la voluntad popular y representar los intereses de la ciudadanía.
Eso pasa porque ahora los partidos ya no tienen vocación de hacer política. Ahora sólo hacen encuestas. Y tampoco representan ya los intereses de nadie más que los de los jefecillos de turno.
Las 7.000 mujeres han pedido la cabeza de Irene Montero y de Sánchez. En realidad, son muchas más y cada vez serán más las que no bajen los brazos hasta no ver salir por la puerta del ministerio para no volver jamás a la ministra de igualdad más misógina de la historia. Y miren, si eso tiene que pasar porque haya un gobierno de derechas, pues que quieren que les diga, que ya nos da igual, ya que a nosotras nos ignoran y agreden igual, solo que éstos de la “izquierda” encima pretenden que callemos. Es como elegir entre mierda que huele a boñiga de vaca o mierda que huele a talón de mono. Lo mismo nos da.
Y si no quieren que esto pase y perder millones de votos que probablemente se queden en casa y den como resultado un gobierno con un vicepresidente de ultraderecha, pues tienen un par de años para espabilar y rectificar. Exigiendo la dimisión de la ministra y empezando a hacer políticas públicas que garanticen la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, en lo económico en lo político y en lo social. Y dejar de dar pasos hacia un modelo de sociedad cada vez más parecido al circo de los horrores.
La nota folklórica de esta movilización la ha puesto Pablo Echenique, llamándonos basura y exigiendo la censura en televisión española para que no hablaran de la manifestación. Pablo Echenique, un tipo impecable, si no fuera porque está condenado por tener a una trabajadora en su casa sin dar de alta. Una trabajadora cuya labor era cuidarle, en el más amplio sentido de la palabra. Supongo que no le pagaba la seguridad social porque como era una mujer intuyó que su cometido en la vida era cuidar, como el mismo dijo. El feminismo es cuidar y las mujeres que se manifiestan son basura, según el portavoz de Podemos en el Congreso de los Diputados.
Tiene suerte Echenique de que las feministas no hemos salido a las calles de “caza menor” y este personaje no nos interesa en lo más mínimo, por más que el hombre se esfuerce en llamar la atención y todas nos hayamos echado unas risas a su costa.
Somos mujeres normales, pidiendo cosas normales. Y lo normal es que Irene Montero y quien la deja hacer se vayan a su casa, inmediatamente.