Opinión

Ni qué niño muerto

Paqui la Taqui, by La Perry & El Farru para eltaquigrafo.com
photo_camera Paqui la Taqui, by La Perry & El Farru para eltaquigrafo.com

En Países Bajos acaban de reformar su “avanzadísima y expeditiva” ley de la eutanasia para permitir que los niños de 1 a 12 años puedan ser eutanasiados. Hasta ahora sólo los niños y niñas de más de 12 años podían "decidir morir asistidamente”, y claro, eso nos les debía parecer suficiente.

Se habla mucho de niños últimamente. Niños que caen en manos de adultos más cabrones que bonitos, y que hacen que esos niños y niñas estén completamente desprotegidos (véase el caso Ana Obregón). Sin embargo, más allá de la rasgadura de vestiduras postural inicial, los niños y niñas no le importan prácticamente a nadie. No en vano, la palabra “infancia” significa, literalmente, “que no habla, sin voz”. Sin voz y sin voto, claro.

Y por supuesto, cómo van a votar los niños y niñas si son tan pequeños que no saben discernir. Por eso no pueden votar, porque no sabrían decidir correctamente. Sin embargo, sí se les permite tomar otras decisiones digamos, incluso un poquito más drásticas.

Por ejemplo, en Países Bajos acaban de reformar su “avanzadísima y expeditiva” ley de la eutanasia para permitir que los niños de 1 a 12 años puedan ser eutanasiados. Hasta esta reforma, sólo los niños y niñas de más de 12 años podían “decidir morir asistidamente”, y claro, eso nos les debía parecer suficiente a los neerlandeses. No he visto al Parlamento europeo protestar.

Otra de las decisiones que parece se permite tomar a las niñas es la de “casarse” en determinadas “circunstancias” incluso dentro de nuestro país. El otro día el diario Público daba cuenta de ello al recoger una noticia en la que decía que una “niña de 12 años había sido obligada a casarse con su violador”. Obviaba el titular que la edad mínima legal para casarse en España es de 16 años, sin embargo, al tratarse el suceso acaecido en un poblado de etnia gitana, no sabemos si esa “boda” habrá alterado a los servicios sociales pertinentes o miran para otro lado no vaya a ser que alguien les llame racistas.

Supongo que por la misma razón también han echado tierra rápidamente sobre el vomitivo asunto del Dalai Lama, no se diera el caso de que empezaran a llamar intolerantes a quienes señalaran un escandaloso y explícito acto de pederastia de uno de los personajes que la cultura pop ha encumbrado como de los más carismáticos del último siglo. Ni todas las túnicas del mundo podrán esconder al viejo verde que la lleva. Y, sin embargo, nadie movió un dedo ante la cara de terror y estupor del pobre chaval que le tuvo que lamer su asquerosa lengua al líder espiritual. Nadie le protegió.

Como nadie parece tener la mínima intención de proteger al 25% de los niños y niñas españoles que sufren abusos sexuales, en el 90% de los casos, dentro del entorno familiar. Sí, uno de cada cuatro niños y niñas está siendo agredido sin que nadie lo sepa, o peor, sin que nadie le crea. Piensen en eso cada vez que obliguen a los niños y niñas a saludar con besos a adultos de los que literalmente huyen. Si no quieren darle besos a alguien, por algo será. Y ya que no los ven para protegerlos, tampoco los vean para obligarlos.

A los 12 años, por cierto, aquí en nuestro terruño a partir de la aprobación de la nueva ley trans, ya se les permite a los niños y niñas hormonarse y mutilarse, extirpándose los pechos o cortándose el pene, simplemente porque así lo expresen. Y pobres de los padres que se opongan a tal cosa que quedan expuestos a que, esta vez sí, los servicios sociales y la “policía del género” (la nueva Gestapo), instalada en los colegios, los lleven antes los tribunales y acaben perdiendo la custodia de sus hijos.

Infancia sin voz, sin respeto, sin protección y todo eso porque también son infancia sin voto. Es cierto que votar a determinados personajes hoy en día puede considerase una conducta autolesiva, sin embargo, tiene arreglo. Todo lo que les acabo de relatar no, pero como nadie parece molestarse ni un poquito por ello, les auguro a los niños y niñas una larga estancia en su silencio impuesto.

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