
Es muy probable que estemos ante el mayor acto de campaña electoral hecho a modo de performance protagonizada por quinquis callejeros.
No nos esperábamos que el nombre de una empresa iba a sonar más que el de cualquier partido político en plena campaña electoral. Pero así ha sucedido y, de repente, el foco mediático se ha centrado en una de las plazas del barrio más higt class de Barcelona, que se ha convertido en el campo de batalla literal y electoral de los últimos días.
Okupas antisistema, hijos de papá y mamá que pagan las facturas, y “desocupas”, a los que tenemos más que vistos acompañando a la ultraderecha más rancia y “falangera”, quedaron para pegarse, como en cualquier reyerta de instituto de pueblos vecinos, ante la mirada de las señoras bien estantes, sus internas filipinas mal pagadas y los “señores de bien” que moran en a parte alta de la ciudad condal, animados por un sinfín de periodistas que amenizan los informativos y a los tertulianos de todos los colores. Todo muy entretenido.
Sin embargo, el fenómeno-problema de la ocupación ni es nuevo ni tiene ni ha tenido nunca su centro neurálgico en el barrio barcelonés de la Bonanova. Y lo peor es que, en cuanto a soluciones, parece que realmente surgió esta semana porque aportar lo que se dice aportar arreglos al asunto, ninguno eficaz hasta el momento.
Los okupantes de “La Ruina” y “El Cubo” nada tienen que ver con las personas que son expulsadas de sus casas por los bancos porque no pueden pagar las cuotas de la hipoteca al final de mes ni aunque dejaran de comer, y que acaban ocupando las propias casas de los bancos, porque, por mucho que molesten a la vista del sistema, los y las pobres aún no han desarrollado el super poder de vaporizarse y desparecer, como querrían muchos.
Estos okupantes de la Bonanova no lo son por necesidad, sino por una especie de modus vivendi en el que, según ellos, echándole jeta a la vida joroban al sistema que, por otra parte, los mantiene a través de sus familias, en muchos casos, vecinas de las esas zonas altas de las ciudades donde ellos dicen que están plantando cara al capitalismo.
Sin embargo, la pregunta del millón en toda esta historia es quién ha llamado justamente ahora, en campaña electoral, a los “desocupantes” y quién paga su tan inesperado como acuciante interés en “liberar” estas dos fincas ocupadas en concreto.
Una cosa sabemos seguro. La Sareb, el banco malo de participación pública mayoritaria dueña de los inmuebles, no les ha llamado. Entre otras cosas poque sería tanto como decir que el estado recurre a una especia de “comando privado” para que les enmiende la plana.
La propiedad pues, no ha sido.

Los vecinos y vecinas de la Bonanova parece ser que tampoco, habida cuenta de que esos dos edificios llevan ocupados por estas personas más de ocho años y nunca habían sido noticia. Por tanto, lo verdaderamente importante es llegar a descubrir quién ha propiciado esta situación que se ha convertido en una enorme y carísima campaña publicitaria para una empresa que en el último ejercicio fiscal de 2021 declaró pérdidas por más de 180.000 euros.
Para este tipo de investigaciones lo que nunca falla es la máxima de “sigue el dinero”. Sin embargo, en este caso concreto y debido a la contienda electoral, lo que hay que seguir son los votos, especialmente los votos que alguien cree que va a ganar degradando la imagen de la ciudad de Barcelona convirtiéndola en un escenario más propio de pandilleros gringos que en una ciudad europea y civilizada.
Así que es muy probable que estemos ante el mayor acto de campaña electoral hecho a modo de performance protagonizada por quinquis callejeros, en la que lo que menos le importa a los políticos que están desfilando por allí diariamente de la manera más vergonzante es, precisamente, buscar alguna solución al problema de la vivienda en general y de la ocupación en particular.
Reconozco que como spot de campaña es absolutamente brillante ya que, por un lado, el show se paga con el dinero público de todas y todos, en forma de los miles y miles de euros que cuesta el dispositivo policial desplegado en la Bonanova hace días, y encima, debido a la ingente cobertura mediática de la bronca, se salta todas las normas de tiempo publicitario de las campañas electorales. Una auténtica maravilla de la consultoría política de lo que se conocen como “campañas negras”.
Mientras, cada día hay propietarios con problemas para recuperar su único inmueble que necesitan para sobrevivir, y también se desahucia a familias que no tiene un techo digno donde cobijarse. Pero esto pasa muy muy lejos de las cámaras de televisión, porque, oiga, donde se ponga una buena pelea camorrera, que se quite lo demás, sobre todo la pobreza.