
La “working class” está bastante más preocupada por no perder su lugar en la barra del bar como cliente, que su lugar en el mundo como persona con un mínimo de dignidad, y pasa de todo frente a los ataques salvajes que venimos aguantando, más estúpidamente que estoicamente.
En este tórrido puente primaveral ya casi nadie recuerda, y mucho menos conmemora, el Primero de Mayo como el Día Internacional de las y los trabajadores. Y no será porque no hay motivos escandalosos para salir a la calle con un lanzallamas tamaño XL y redecorar el mobiliario público.
Sin embargo, la “working class” está bastante más preocupada por no perder su lugar en la barra del bar como cliente, que su lugar en el mundo como persona con un mínimo de dignidad, y pasa de todo frente a los ataques salvajes que venimos aguantando, más estúpidamente que estoicamente.
Y quede claro que cuando me refiero a clase trabajadora me refiero exactamente a eso, a las mujeres y hombres que se levantan cada día y alimentan este sistema caníbal porque no nos queda otra para sobrevivir, porque así lo han dispuesto quienes manejan el cotarro, o la pasta, que es lo mismo.
A la gente que mantiene a otra gente, o a la gente, inmensamente mujeres, que trabajan gratis para el Estado realizando una incalculable e impagable cantidad de horas de cuidados tanto a grandes como a pequeños, que, si el Estado tuviera que apoquinar, se vería abocado a la bancarrota.
Me refiero a todas esas personas que cumplen con todo, pero que parecen haber tirado la toalla. No se mueven, no reaccionan, y la cosa está como para reaccionar y mucho.
A saber.
Hablemos de la nueva ley de vivienda, que de nuevo nos presentan como la panacea y, de nuevo, ya está viendo que va a ser otro desastre legislativo que, además de generar el efecto contrario al que se supone que busca, ni roza siquiera los intereses de los grandes generadores del problema de la vivienda en este país que son los bancos.
Y ese es el punto que más me indigna de esa propuesta y que no entiendo como no ha hecho que los miles de familias que no pueden pagar la hipoteca, directamente exploten. El asunto es, que se le dice a un propietario que no puede subir el alquiler ni siquiera el IPC, y da igual si el propietario tiene un piso o 50 mil, porque se supone que subir el IPC llevaría al traste con el mercado inmobiliario.
Cierto es que la subida de todos los precios está llevando al traste con la totalidad de las economías familiares de este país, como bien ha señalado el dato calentito de esta semana que revela que los salarios de las y los trabajadores españoles son los que más poder adquisitivo han perdido en el último año de toda la OCDE, concretamente un 5%.
Ok, la inflación es un problema, pero el IPC responde a una subida real de precios que nos afectan a todos los curritos por igual, al que tiene un piso alquilado también. Lo cual nos lleva a algo muy típico de este gobierno súper progre que es a que toman medidas que paga la ciudadanía.
Sin embargo, nada de nada dice la nueva ley sobre que los bancos te puedan subir las cuotas de las hipotecas un 44% de media en lo que va de año, tal y como también se ha publicado esta semana, basándose en el Euribor, un índice que ellos mismos se inventaron y manejan a su antojo para especular. Una estafa en toda regla. Pero a los bancos no hay ni que toserles.

Sin embargo, el colmo del cachondeo a todos los curritos y curritas que estos meses vivimos acongojados por el resultado de la declaración de la Renta, ha sido liberar de impuestos a las confesiones religiosas. No deja de tener gracia que, mientras los contribuyentes cumplimos religiosamente con nuestras obligaciones tributarias, los religiosos y religiosas ya no va a tener que cumplir con las suyas.
Y, sin embargo, si nos fijamos un poco más, es aún peor porque, no se les ha liberado de cualquier impuesto, no, se les ha liberado del IBI, más conocido como “la contribución”, el impuesto que la mayoría de gente paga por tener una casa.
Pues bien, sepan ustedes, que este IBI es la fuente principal de financiación de los ayuntamientos que son, a su vez, la administración pública peor financiada pero la que más servicios da, concretamente, los Servicios Sociales. Pero ahora, iglesias, mezquitas, salones, sinagogas, y todo tipo de edificios de cualquier religión, estarán liberados de pagar este impuesto, cosa que repercutirá directamente en los municipios.
Es cachondo que para favorecer a los que se supone que predican que no hay que jorobar al prójimo y que hay que socorrer al pobre, se acabe jorobando al prójimo mismo y jodiendo al pobre.
Y un detalle más al respecto. Los auténticos beneficiarios de este asunto son, como siempre la Iglesia Católica, pero ahora también en gran medida el islam. Me pregunto si esto no está también el pack de la nueva política exterior de España para con nuestro vecino sureño el rey Mohamed. Dios, Alá, Jehová, o el Espagueti Galáctico sabrá de qué fotos estamos hablando…
Pero, a todo esto, ¿dónde está la working class mientras se reinstauran privilegios medievales al clero, a todos los cleros, y a los bancos, que son la “nobleza aristocrática” de nuestros días? De cañas en el bar, criticando mucho, pero haciendo poco. Protestando lo que le dura el carajillo o el cortado y luego, cabeza gacha y a seguir.
A este paso, sólo les faltan otros dos mundiales de fútbol para que nos cuelen trabajar por un plato de lentejas y todo el mundo a tragar feliz.
Mientras ese momento llega, yo conmino al sempiterno espíritu de lucha de muchísimas mujeres y de algunos hombres, para que no nos dejen caer en la desesperación. Hay motivos.
¡Que viva el Primero de Mayo y que Viva la lucha obrera!