
Junto a sus cuerpos decrépitos, vemos a las mujeres prostituidas siendo manoseadas por ese grupillo de despojos humanos nauseabundos. Y es que así se ven todos los puteros, como especímenes infrahumanos que dan un asco infinito.
Estamos viviendo un dejavú estos días con el “Caso Mediador”. Hemos conocido al “tito Berni”, una suerte de Torrente isleño que, junto con su colega el general de la benemérita del SEPRONA, se de dedicaban, presuntamente, a extorsionar a empresarios ganaderos a los que amenazaban con freírlos a multas si no les pagaban la correspondiente mordida.
Un caso de corrupción de manual, sólo que, en lugar de ladrillos, tenemos animales de granja.
Alrededor del Tito Berni, un diputado canario del PSOE en el Congreso, y del picoleto con galones, tenían un grupillo de arrejuntados para llenarse el estómago y los bolsillos al calor de las ganancias siempre pingües que reporta la corrupción.
Otra vez, todo igual que siempre.
Y lo que acaba ya de rematar lo cutre del asunto, y no por ello menos grave, es la costumbre repetida una y mil veces de los señores de la trama criminal de celebrar su “poderío” en los burdeles. No es de extrañar ya que de eso precisamente, de aparentar dominar y tener poder, va lo de “ir de putas”.
La misma actitud de éstos presuntos ladrones para con los ganaderos, de doblegarlos a su voluntad bajo amenaza, es idéntica a la que tenían en los burdeles donde violaban a mujeres a cambio de pagar lo convenido al proxeneta de turno. Dominar a una persona que está en peores condiciones, típico de escoria.
Lo cutre, cateto y soez ya se traspasa en este “Caso Mediador” cuando encima se graban los mismos puteros haciendo uso de las mujeres prostituidas, como para dejar constancia de su “enorme power”. Nos han regalado el dudoso placer de observar sus enormes barrigas cerveceras alimentadas con dinero corrupto, sus calvas brillantes bajo los focos de los puticlubs, y sus tetas caídas que, sumadas a todo el conjunto de la imagen, no levantarían la lívido ni de la más aficionada al sexo perverso.
Junto a sus cuerpos decrépitos, vemos a las mujeres prostituidas prácticamente desnudas, siendo manoseadas por ese grupillo de despojos humanos nauseabundos.

Y quiero resaltar que así se ven todos los puteros, sea cual sea su aspecto físico. Como especímenes infrahumanos que dan un asco infinito. Y me encantaría que todos ellos leyeran este artículo y se enteraran de cuánta repulsión provocan. Si lo hicieran, éste sería mi artículo más exitoso contando que cuatro de cada diez hombres son puteros en España. No olviden nunca ese dato cuando se junten con más de cinco señores a la vez y hagan sus apuestas.
Sin embargo, hablaba de dejavú porque ya es un clásico en la vida social de nuestro país descubrir tramas corruptas y delincuenciales que gustan siempre de sellar sus tratos en los burdeles, disfrutando de todo lo que les ofrece el sistema prostitucional tan enraizado en nuestra tierra y en nuestra mente.
Y no me refiero sólo a tramas de políticos, como la de los ERE en Andalucía, sino también a grandes empresarios, como el caso “18 Lovas”, en el que uno de los principales presuntos implicados en una red de explotación sexual de mujeres, algunas menores y tuteladas, también en Canarias, es uno de los empresarios hoteleros más grandes de las islas y un reconocido “pro-hombre” de la sociedad canaria, hasta el punto de que fue galardonado, no hace mucho, por la Fundación Mujeres presidida por la ex vicepresidenta del gobierno María Teresa Fernández de la Vega. Un gallifante para Mari Tere, por favor.
Feos, decrépitos, cutres y muy pesados. Así son los puteros, que corruptos o no, socialistas, fascistas, liberales, comunistas, ricos o pobres, todos se encuentran en su cordial fraternidad bajo las luces de neón de los burdeles para dar cuenta del más antiguo pacto del patriarcado que es la prostitución, que como bien define su el diccionario feminista Victoria Sau, “es el acuerdo ancestral entre los hombres mediante el cual se reparten las mujeres, una para cada uno y unas cuantas para todos”.
Mientras recordemos esa definición, no habrá paz para los puteros.