Opinión

Todos con falda, ninguno con hormonas

Opinión de Núria González para eltaquigrafo.com
photo_camera Opinión de Núria González para eltaquigrafo.com

#TodosConFalda es el último fenómeno viral en España, y, por fin, no es ninguna estupidez en masa. Se trata de una iniciativa de adolescentes de todo el país para romper con la idea estúpida de que, depende de como te vistas, eres hombre o mujer.

Todo parte de un chaval, Mikel Gómez, que el pasado 27 de octubre acudió a su instituto vestido con una falda. No tenía ninguna razón especial para hacerlo, ni ningún problema de identificación con su sexo, ni con su condición de hombre, ni con sus tendencias sexuales que ni sabemos ni nos importan, ni en absoluto tiene ningún problema mental, ni nada parecido. Simplemente, al chico le apeteció ponerse una falda. Le apeteció ejercer su libertad y punto. Y decidió grabar el experimento y subirlo a las redes sociales

Al llegar al instituto el cuerpo docente se escandalizó, y lo mandaron hasta al psicólogo del centro, porque eran incapaces de entender que el chaval se hubiera puesto una falda sin más, y que eso no era consecuencia directa de algún trastorno extraño, sino simplemente de su libertad de hacer lo que le diera la gana, incluido vestirse como le de la gana, sin que eso cambie ni un ápice quien es.

La libertad de hacer lo que se quiera sin que eso acarree ninguna etiqueta, y muchos menos la asignación de un rol. Un rol de género, en este caso. Algo tan rancio como que las niñas van de rosa y los niños de azul, algo que pensábamos superado pero que vuelve con fuerza de mano de las posmodernas y acompañado de muchísimos intereses económicos.

Ante la airada reacción del instituto que estaba siendo retransmitida en directo por el propio afectado, y que acabó con los profes enviando a Mikel a su casa a cambiarse, miles de chicos y chicas de cientos de institutos y colegios de toda España se han puesto la falda y se han hecho videos y fotos, y han inundado las redes sociales bajo el hastag #TodosConFalda, y se han conjurados para acabar con los estereotipos de género, en un impresionante ejercicio de libertad colectiva, para decir que un trozo de tela no define a nadie.

Sin tener que imaginar mucho, podemos suponer que lo mismo le hubiera pasado a Mikel si, en lugar de con falda, se hubiera presentado con unos tacones, o maquillado como una Drag Queen. Y, sin embargo, en ninguno de esos casos, ni la falda, ni los tacones ni el maquillaje definirían a Mikel, ni a nadie que los use, ni como hombre ni como mujer, .

Es una suerte que este haya pasado ahora y no dentro de un pare de meses, cuando se haya aprobado la propuesta de “ley Trans” del Ministerio de Igual-Dá.

Dicha ley establecerá todo lo contrario de lo que reivindicaba Mikel y los miles de chicos y chicas que han seguido sus pasos, esto es, la libertad de hacer lo que a uno le de la gana, independientemente de si es chico o chica.

Según la estúpida de la ministra y sus más estúpidas asesoras (porque solo la estupidez supina puede albergar tales planteamientos), cualquier niño que un día se quisiera poner una falda, inmediatamente deberá ser hormonado y mutilado para adecuar su comportamiento a los roles de género que marca la sociedad patriarcal. En su cabeza hueca, un niño con falda es, indudablemente un niño trans,y no un niño libre.

Un paso de 200 años atrás en la lucha por la igualdad y la libertad, que esta pandilla de analfabetas históricas e indocumentadas misóginas, creen que es lo más de lo más moderno.

Bajo su visión de la vida, estas memas, pretenden que las personas encuadren sus comportamientos a lo socialmente bien visto, como si de la época victoriana se tratara, en lugar de que las personas rompan con todo tipo de prejuicio, sean hombres o mujeres, que es la lucha que el movimiento feminista lleva haciendo desde hace 300 años.

Según la ministra y sus amiguis, una niña que le guste el fútbol, es claramente un niño, y no una niña a la que le gusta el fútbol, y debe ser puesta de inmediato a disposición de médicos y psicólogos que la conviertan en un niño de bien, tal y como marca el canon social. Con lo cual, entendemos que si esa ley se hubiera hecho hace 20 años, nuestra maravillosa selección de fútbol femenina, que va por ahí ganándolo todo, compuesta por 22 mujeres de bandera, no, simplemente, no existiría.

Ese es el peligro de poner al frente de algo público a unas completas ignorantes. Que pueden dar al traste con miles de vidas de niños y niñas, que simplemente, como Mikel, quieren ser libres de vestirse como quieran, de jugar a lo que quieran y de maquillarse como quieran, sin que eso les conlleve ser sometidos a tratamientos médicos atroces de hormonación o a cirugías espantosas que mutilen y esterilicen sus cuerpos, sin que ni si quiera sus padres o algún equipo medico pueda salvarlos de tal destino, puesto que en la propuesta de “ley Trans”, si una madre o un padre exige que su hijo menor sea supervisado por un equipo médico en su supuesta transición, lo más fácil es que les sea retirada la custodia de su hijo o hija, si al profesor le parece. Profesores como los que mandaron a Mikel al psicólogo por una falda, en lugar de a clase.

Este discurso, que bien podría atribuírsele al más ultraconservador y recalcitrante representante de cualquier confesión religiosa integrista, lo abanderan los posmodernos morados, que de tan “pos”, se han pasado al neoconservadurismo de muñecas para ellas y coches para ellos. La profunda misoginia, lesbofobia y homofobia que rezuma de este planteamiento es abrumadora para cualquiera que se no tenga prejuicios sexistas.

Pueden ustedes imaginarse a las grandes farmacéuticas frotándose las manos ante el ingente volumen de negocio que se les presenta, así como las clínicas de estética y de “reasignación de sexo”. En este momento, sin venir a cuento, me asaltan dudas sobre la financiación de Podemos…así, sin más.

Sin embargo, lo más grave del asunto es que, ante tal atropello infame a los derechos fundamentales como el de la libertad, el del libre pensamiento, y el derecho a la salud, el resto del gobierno mira para otro lado, como si eso no pasara. Está claro que, desde Moncloa, el gurú esférico ha decido que bien vale vender a los niños, a las mujeres y a quien por delante se ponga con tal de mantener el culo del jefe viajando en Falcon, y el suyo también.

Y al único movimiento social serio y progresista que les queda que les planta cara ante estos desmanes, que es el feminismo, le mandan a una de las autodenominada “feminista” histórica socialista, Amparo Rubiales, a decirle a las mujeres que se callen, que esto de luchar por la libertad ahora no toca, que Estados Unidos está ardiendo. Eso no toca, pero la aprobación de esa ley parece que es urgentísimo. Eso sí, lo dice desde su calentito sillón de congresista, que lleva ocupando desde hace décadas, y que ahora la lleva a presidir la comisión de igualdad del Congreso de los Diputados. Una jubilación que ya va siendo tardía, en este caso, nos ahorraría una gran cantidad de vergüenza ajena.

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