
La política económica criminal que avalan todos los gobiernos “del mundo libre y rico” acabará con muchas mujeres cabeza de familia a merced de las pervesiones sexuales de su vecino para poder sobrevivir.
A mí no me dan miedo las pelis de terror, ni las historias de fantasmas que se aparecen. Pero debo reconocer que cada vez que aparece Christine Lagarde y empieza a soltar perlas por esa boquita, se me erizan hasta las pestañas.
Dicen que es falso la presidenta del Banco Central Europeo y ex gerente del Fondo Monetario internacional (ahí es nada), dijera en marzo de 2020 que la gente mayor vivía demasiado y que semejante cosa era un riesgo para la economía. Y la verdad es que a estas alturas del cuento da igual si lo dijo o no porque con sus actuales acciones, aquí nadie va a llegar a vieja ni viejo.
Con la colaboración inestimable de su colega Úrsula von der Leyen, la otra mandamás de Europa, han decidido empobrecer a la ciudanía en general y a la gente trabajadora en particular, con el único y muy noble propósito de asegurar que los que se hicieron asquerosamente ricos durante la pandemia lo sigan siendo, y que la gente corriente no le levante mucho la cabeza y se acostumbre, cada vez más, a vivir en un régimen de semi esclavitud, hasta que volvamos a trabajar por techo y comida como en los mejores momentos de la Edad Media.

No hace falta ser economista (que llevan años sin acertar ni una), para entender la lógica criminal que opera en las mentes y los designios de los dueños de la riqueza. Es fácil de comprender que si el 1% de la población atesora lo que necesita el 99% de la humanidad (según Joseph Stiglitz) y que, si a esa minoría se la trae completamente al pairo lo que necesite el resto, esos pocos afortunados son gente de dudosa ética, por decirlo finamente.
Sin embargo, desde la economía y los gobiernos, nuestras amigas Lagarde y von der Leyen y todos sus mandaos se dedican a proteger el statu quo de la desigualdad cada vez más sangrante, que está llevando a la americalatinización (lo digo sin acritud), de Europa a la velocidad del rayo, esto es, a sociedades donde los ricos son cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres y aumenta rápidamente el número de personas que no tienen nada.
El plan de acción para conseguir este resultado es sencillo. Después de la pandemia, la supuesta recuperación hizo que el común de los mortales tuviera algo de dinerillo para gastar. Esto generó un aumento de la demanda que a su vez generó un exceso de oferta que hizo que hubiera más dinero en circulación. Con más moneda, la moneda vale menos. Esto, así como tal, a la clase trabajadora le afecta poco más o menos, pero a quien sí le afecta es a las grandísimas fortunas que ven “reducido” su valor, y por tanto, rebajado su nivel de ultrarriqueza.
Llegados a este punto, los dueños del asunto deciden que semejante despropósito es intolerable y que la mejor solución para retirar dinero de circulación y que éste se encarezca es, literalmente, sacar el dinero de los bolsillos de la gente que trabaja y que en un 99% está pillado por los bancos a través de hipotecas.
Hay que señalar que el dinero hoy en día no es nada ni respalda su valor en nada real, como antaño se hacía con el oro. Ahora el dinero son apuntes en cuentas y, sobre todo, el acuerdo entre varias personas, no elegidas por nadie, para especular con valores que determinan la vida de miles de millones de humanos. El dinero tiene la misma existencia real que los unicornios voladores.
Y todo esto que parece una película difícil de entender se materializa, entre otras cosas, en la subida de los tipos de interés de las hipotecas que va a hacer desaparecer de las cuentas de las familias ese dinero con el que cada mes pagaban la luz, hacían la compra, o incluso algunas se pegaban el lujo asiático de llevar a los niños al cine de higos a peras.
Este empobrecimiento doloso de la gente, que consiste literalmente en robar el dinero de todos por la cara directamente, como siempre afecta mucho más a todas, que son las que están siempre más alejadas del dinero incluso cuando el dinero es miseria.
La política económica criminal que avalan todos los gobiernos “del mundo libre y rico” acabará con muchas mujeres cabeza de familia a merced de las perversiones sexuales de su vecino para poder sobrevivir, como ya pudimos ver durante los encierros del Covid, y que ya le viene bien a lo siempre. Ellas serán las primeras, pero nadie, ni siquiera ellos, escaparán a la esclavización alegre que se nos presenta.
Mientras, este destrozo de la viabilidad de la vida digna que se lleva a cabo desde las instituciones es seguido con el sopor, estupidez y silencio por millones de personas a través de las sus mini pantallitas de sus móviles o de programas de la telebasura que a todo le pasan una manita de brilli brilli narcotizarte, para que la gente vea vidas que nunca ya va a poder ni aspirar a soñar sin protestar.
Siervos de la gleba con el último modelo de iPhone. Y luego harán series sobre distopías.