Opinión

Vacaciones pagadas

Paqui la Taqui, by La Perry & El Farru para eltaquigrafo.com
photo_camera Paqui la Taqui, by La Perry & El Farru para eltaquigrafo.com

Nuestros líderes sindicales van al país galo a manifestarse contra la subida de la edad de jubilación de los 62 a los 64, mientras aquí se abrazan, literalmente, a la ministra de trabajo saliente y fardan todos juntitos de una reforma laboral que le parece bien hasta a Feijoó.

El trabajo es una maldición bíblica. No lo digo yo, se lo dijo Yahvé a Adán en el primer capítulo del libro.  Y desde aquella venganza por comerse el higo prohibido (porque era un higo y no una manzana, pero eso ya lo explicaré otro día), todos y todas fastidiados.

Y si hay un momento en el que se hace más patente y cruel aquello de “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, es ahora en verano.

En medio de la primera ola de calor sahariana que nos invade, ninguno ni ninguna de los pertenecientes a la digna working class puede dejar de currelar si no quiere verse sometida a otras torturas medievales como un desahucio, que  cortes de luz, agua o  teléfono, no poder llenar la nevera o imposibilidad de llevar al niño a la “escuela de verano” que es una especie de aparcamiento de chiquillos para el tiempo que va entre que se acaba el cole y las madres y padres empiezan sus exiguas vacaciones.

Y si no se pueden permitir ese lujo asiático de no dejar a los niños y niñas solas en casa durante la jornada laboral de los adultos, cociéndose en su propio jugo, habrá que extender los trabajos forzados a los abuelos y abuelas que deben interrumpir su vida entera para hacerse cargo de sus vastaguitos de segunda generación. Que sí, que se quieren mucho, pero que se ponen muy pesados

Todo esto ocurre en un ambiente tórrido (sepan que los crímenes más atroces siempre se cometen cuando hace calor…) porque no está la energía como para darle caña al aire acondicionado, sin correr el peligro de tener que acudir a un prestamista para pagar el recibo de la luz.

Hemos llegado las y los curritos a tal punto de pauperrerismo que conozco a quien le da un auténtico disgusto que llegue la hora de abandonar a la oficina, donde sí hay ventilación. Aunque eso también quedó en agua de borrajas desde que un decreto del gobierno estableció que a menos de 27 grados no se tiene calor ni a más 19 grados se tiene frío.

Opinión de Núria González para eltaquigrafo.com
Opinión de Núria González para eltaquigrafo.com

Así que recomiendo que se apunten de nuevo al ejercicio intensivo de muñeca y muevan con arte y soltura ese elemento tan nuestro que es el abanico, aunque el aire que meneé sea como una brisa infernal.

Siempre se es susceptible de empeorar si encima hay que desplazarse al lugar de trabajo en transporte público, donde un alegre aroma a humanidad puede llegar a convertirse en su más fiel compañero de viaje. Otra ventaja del calor combinado con este sistema incompatible con la vida. Al menos con la buena vida, que nos obliga a perecer antes que, a disfrutar, aunque sea un ratito.

Y cada vez se va a poner peor.

Concretamente este año todo empeora porque, encima, estamos en campaña electoral y hay que escuchar de todo.

El otro día por ejemplo leí unas declaraciones de María Jesús Montero, saliente ministra de hacienda, que decía que “había que estudiar con calma la propuesta de elevar la edad de jubilación a los 70 años”. Haciendo un cálculo rápido, a mí me sale que eso son unos 45 o 50 veranos de cambio climático yendo a trabajar impepinablemente, aunque las dunas del Sáhara se planten delante de la Cibeles.

Si tal cosa se hubiera escuchado en Francia, antes de acabar la frase de la propuesta, los chalecos amarillos habrían sacado la guillotina y la ministra iría caminito al cadalso. Pero aquí no. Es más, en España tenemos la gracia de ver a nuestros líderes sindicales ir a al país galo a manifestarse contra la subida de la edad de jubilación de los 62 a los 64, mientras aquí se abrazan, literalmente, a la ministra de trabajo saliente que mantiene la jubilación a los 67, el despido exprés y gratuito por “no superar el periodo de prueba y que se vanaglorian todos juntitos de una reforma laboral que le parece bien hasta a Feijoó. ¡Toma sindicalistas y toma ministra comunista!

Ante este panorama, no me queda más que felicitar a todas aquellas y aquellos que hayan tenido la suerte de ser elegidos para formar parte de una mesa electoral el próximo 23 de julio. Porque, aunque en la tele pública se venda el tema como un problemón, como si lo habitual fuera que todas y todos los españolitos de a pie nos pegáramos julio y agosto seguidos de vacaciones en las Islas Mauricio, la verdad es que, tal y como tenemos el mercado laboral, los 70 eurazos que pagan por ser miembro de la mesa electoral es el mejor salario diario que mucha gente va a recibir en mucho tiempo. Y encima con aire acondicionado. Unas auténticas vacaciones pagadas.

 

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