Opinión

¡Votad malditas!

No son pocas las mujeres que estos últimos días me han preguntado: “¿a quién votamos el 14F en Catalunya? Agradecida por la confianza, pero consciente de la gravedad de la situación actual, yo sólo he podido responder: “No lo sé, pero en todo caso, vota y defiéndete”.

Y es que el panorama de opciones políticas entre el que tenemos que elegir las mujeres no es nada fácil, y se mueve entre el más malo y el más peor. Yo sólo puedo hablar de mí, pero intuyo que no estoy sola en esta ansiedad colectiva femenina.

Como feminista e internacionalista convencida, descarto de plano cualquier partido nacionalista, y me da igual cuantas rayitas rojas lleve la bandera que defienda. El nacionalismo, que basa su existencia en creerse mejor que el de al lado, comparte base teórica con el fascismo. Son las dos caras inseparables de la misma moneda. Da igual si llevan una pegatina de una estelada o una pulserita con la rojigualda. El mensaje es exactamente el mismo, a saber, “yo soy mejor que el resto”. Además. A las mujeres nos matan, nos violan, nos agreden, nos venden y nos torturan bajo cualquier bandera. Así que, partidos de banderita, descartados.

Eso sí, dentro de los nacionalismos, ya sean los independentistas catalanes, o los nacionalcatólicos muy españoles, hay perlitas que no se pueden obviar. La ultraderecha lleva todo el paquete misógino a sus espaldas. Debería decir que lo lleva en su programa, pero como no se han molestado en hacer ninguno, lo llevan en su discurso. El negacionismo de la violencia machista y el socavamiento de todos los recursos públicos destinados a la igualdad de las mujeres, son su objetivo, como ya está viendo tras dos años de manejar el cotarro en la Junta de Andalucía. La única ventaja que tienen es que se identifican rápido. Y la lucha siempre es más cuando el enemigo viene de frente.

Dentro de los independistas catalanes, tenemos a dos aventajados partidos misóginos de esos que se disfrazan de izquierda. Por un lado, están los mini burgueses de la CUP, que no se cansan de repetir que las mujeres pobres tienen una buena oportunidad laboral en la prostitución. Y la lastimosa Esquerra Republicana, que sólo se entiende con Ciudadanos a la perfección cuando se trata de vender a las mujeres. Ya sea como putas o como incubadoras humanas a través de los vientres de alquiler, que promocionan alegremente desde la web del Departament de Treball de la Generalitat de Catalunya, en manos de ERC. Descartados también.

A Ciudadanos ya lo conocemos tan bien en sus políticas misóginas que ellos llaman “feminismo liberal”, que ya no nos engañan a ninguna. No entiendo esa cerrazón que tienen en competir en ser los más machirulos y machirulas, con todo lo que les pasa por la derecha. Creo sinceramente que deberían replanteárselo, ya que, a la vista está, que no les está funcionando muy bien la estrategia.

Sin embargo, el partido más peligroso para las mujeres ahora mismo es la franquicia catalana de Podemos, En Comú Podem. Sin duda. Aliadas del lobby putero, practican la misoginia institucional, como ya vemos desgraciadamente desde hace años en el ayuntamiento de Barcelona, con una de sus máximas y más nefastas exponentes a la cabeza, Ada Colau. Ayer escuché su candidata, Jéssica Albiach, decir que ellos eran el partido del amor. Digo yo que será del amor al dinero que pretenderán recolectar algún día a base de vender a las mujeres en cuanto tienen la más mínima oportunidad. No me cansaré de repetirlo. Quien quiera una consellera de “feminismes” en Catalunya, a imagen y semejanza de Colau o de la ministra Irene Montero, ya sabe que papeleta tiene que depositar. Aquí ya las conocemos bien, así que el “me han engañado”, o el “yo pensaba que”, ya no va a valer. Cada papeleta lila común es un voto contra las mujeres.

¿Y que hay de los partidos de toda la vida entonces? Populares y post convergentes se han apoyado mutuamente siempre para gobernar juntos tanto en España como en Catalunya (aunque sea en la sombra) y nunca han hecho absolutamente nada por las mujeres. Lo último que hizo el PP en Madrid fue poner a Gallardón a intentar recortar el derecho al aborto. Y lo último que han hecho Junts per Cat, fue dinamitar todo el sistema de protección de violencia machista el pasado 18 de diciembre, con su reforma de la ley contra la violencia machista catalana, acompañados por ERC y En Comú, compitiendo para ver quien se ponía más talibán para socavar el derecho de las catalanas a vivir una vida libre de violencia. Un encanto todas.

Y qué decir del Partido Socialista. Ellos se dicen feministas, y tienen grandes militantes feministas. También tienen un programa con propuestas abolicionistas que tampoco nunca han llevado a cabo en todos los años que han gobernado en Catalunya y en España. Pero, lo más decepcionante, fue oír al candidato Illa el primer día de campaña, decir que su modelo de gobierno para Catalunya era el mismo que ya funcionaba en el ayuntamiento de Barcelona!, es decir, con las comunes dentro. Ni siquiera recurrió a la socorrida frase de todas las campañas y todos los candidatos de “nosotros aspiramos a ganar y a gobernar en solitario. De pactos ya se verá una vez pasadas las elecciones”. No. Que va. Lo tiene clarísimo que la maldición faraónica de las podemitas tocando chicha seguirá, con ellos en el gobierno. Entonces hay que pensar que la papeleta del PSC vale por dos. Roja por un lado y lila (traicionero, no feminista) por otro. Eso sí, al menos hay que agradecerle la sinceridad. O más bien el sincericidio.

Ya les dije que el panorama era muy complicado y que la decisión no iba a ser fácil.

Ante este escenario diabólico, es normal que muchas mujeres valoren la abstención como mejor opción. Ahorrarse el mal cuerpo de sentir que con su participación están validando este sistema, que nos ignora y nos maltrata a diario, de todas las maneras posibles, es una idea tentadora.

Sin embargo, y a pesar de todo, yo me niego. El derecho al voto femenino ha costado la vida de miles de mujeres a lo largo de la historia y, ejercerlo, no es sólo un derecho, sino una obligación y un homenaje a todas ellas. Desde Olympe de Gouges, pasando por Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin o Emmeline Pankhurst o la misma Simone de Beauvior, y muchas más.

Se lo debemos a Concepción Arenal, a Emilia Pardo Bazán, a Carmen de Burgos y, por supuesto, a Clara Campoamor, que se largó de su partido cuando vio que no la iban a apoyar en su petición del derecho al voto para las mujeres en 1931. Lo contrario de lo que hizo Victoria Kent, que prefirió seguir la “disciplina de partido” y votar en contra de Clara y todas nosotras. ¿Os suena? A Victoria no le debemos nada, la verdad. Igual que tampoco le vamos a deber nada a otras muchas de hoy. Sólo las lecciones magistrales que nos dan en el poco noble arte de querer nada y guardar la ropa.

Pero también se lo debemos a todas las mujeres republicanas que lucharon en la guerra civil para proteger nuestros derechos porque sabían lo que tristemente iba a ocurrir si perdían. Y que ocurrió. 40 años de oscuridad total. Y lo que sigue. Pero nunca bajaron los brazos, ni en los momentos más duros de persecución, en los días de cárcel, pelo rapado y aceite de ricino.

Así que, aunque las opciones sean un auténtico bodrio, las mujeres tenemos muchas razones, con nombre y apellidos, por las que ir a votar, y ninguna para quedarnos en casa. Y, sobre todo, porque si las mujeres desaparecemos del mapa de lo público, tal y como ahora quieren hacernos de manera explícita, la violencia contra nosotras seguirá aumentando hasta que no seamos nada.

Por tanto, ser estrategas, creativas, contestatarias, originales, blancas, nulas o de sobre vacío si os apetece. Pero, votad malditas, aunque sea sólo en defensa propia.

Comentarios