
Este es el artículo número 100 de los publicados por mí en eltaquigrafo.com. Debo agradecer al Big Boss, D. Carlos Quílez Lázaro la oportunidad que me brindó y lo que me ha sabido “apretar” para ir puliendo el estilo.
Como sea que es una cifra importante, paradójicamente esta vez no voy a ser el autor real del mismo. El diálogo que viene a continuación se produjo entre mi hija de 13 años y yo mismo a finales de junio. Le propuse que me hiciera un listado con las clases de padres que, según ella, existían en su mundo con una breve definición. El resultado es el que sigue.
Quede claro que la idea de este artículo, la clasificación y las definiciones son obra exclusiva de mi hija. Por mi parte, me he limitado a darle un poco de forma (muy poca) y nada más. La expresión padres se refiere tanto al conjunto de padre y madre como a madre o padre de forma individual.
-¿Papá, te has dado cuenta de la cantidad de padres que existen?
-Pues no, ¿a qué te refieres?
-Sí, claro. A que hay muchas clases de padres.
El primer padre es el estricto al que tú le preguntas o le pides algo y siempre te responde “¡NO!”. Se parece al padre cristiano pero el problema es que no es cristiano.
El segundo es el cristiano, que siempre te dice qué es lo que pensaría Jesús de los actos que haces. Y si haces algo mal te diría que te fueses a confesar y que esos actos son impuros.
El tercero es el pasota, al que le importa tres pimientos lo que haría su hijo/a y tan solo se preocuparía de dormir y descansar. De esta clase de padres salen los “padres Homer Simpson” y “el que no superó los 20”.
El cuarto es el “padre Homer Simpson”. Como ya hemos hablado antes, sería un “padre pasota” pero con el añadido de que el “padre Homer” sería alcohólico o le gustaría fumar o beber mucho. Además es diferente porque también come excesivamente.
El quinto es “el que no superó los 20 años”. ¿En qué se diferencia del pasota y del “padre Homer”?. En que este además compra cosas para sí mismo y no acepta que tiene una vida que cuidar. Tuvo el hijo a los 30, por ejemplo, pero se niega a aceptar la edad que tiene.
El sexto es el bueno, el que es una persona amable y cariñosa. El que siempre estaría ahí por ti y no se enfadaría contigo. Y si se enfada es por alguna cosa importante o grave. No es igual que el progre porque el progre es una persona pacifista como en los 60' en Estados Unidos.
El séptimo sería el progre quien, en la mayoría de su tiempo, estaría salvando causas ecologistas o ayudando animales. Eso no significa que no me guste eso, está bien pero está más preocupado de salvar animales que de ayudar a su hija/o.
El octavo es el que se fue a buscar un paquete de tabaco y no volvió. Todas las personas a las que les ha pasado esto con los padres tienen un enorme vacío por dentro y les falta una parte en su cariño.
El noveno es el que nunca está porque siempre está trabajando y lo único que hace en casa es dormir y desayunar. Cuando el padre o la madre están en casa, el hijo o está durmiendo o están en el colegio. Y cuando el hijo está despierto y en casa, el padre o la madre no están.
El décimo es el padre chapado a la antigua que no deja hacer nada al hijo/a porque sigue considerando pequeño a la hija/o. Además piensa que solo tendrá voz y voto en casa cuando termine la carrera. No se deja llamar papá por su hijo/a. Las hija/os llaman a su padre o su madre por el nombre y nunca papá o mamá.
El decimoprimero es el padre joven que tuvo al hijo en la adolescencia y no se adapta mucho o lo que pasa en la vida de su hijo ya que no ha vivido la suya tranquilamente. Es decir, el padre o la madre es un inconsciente porque no ha tenido tiempo de madurar para adquirir la responsabilidad propia de la paternidad. Esta clase de padres, sí aceptan su edad, pero no tienen la experiencia necesaria.
El decimosegundo es el padre o la madre que se muere antes de que nazca y no sabe nada del padre.
Hasta aquí lo escrito por mi hija, que se niega a que aparezca su nombre en este artículo. Lo cierto es que es ella quien me está enseñando cada día a ser padre y es ella la que, creo, me está haciendo mejor persona para luchar cada día por hacerla crecer fuerte y sana en todos los sentidos.
Gracias a ella, entiendo muchísimas de las cosas que siempre me dijeron los míos. Gracias a ella, entiendo el sufrimiento y las alegrías que pude causar a los míos. Gracias a ella, todavía me duele más la velocidad del tiempo y me aferro, desesperado, a mis recuerdos como hijo y a mis vivencias como padre.
No sé qué añoro más: si volver a ser el niño que constantemente podía acudir a sus padres para obtener consuelo o consejo y siempre besos y cariño o volver a tener mi niña entre mis brazos para darle ese consuelo, ese consejo y siempre besos y cariño.
“Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre”
Gabriel García Márquez