
De un tiempo a esta parte andan proliferando empresas de servicios que uno no acaba de entender muy bien cuál es su verdadero objeto social. O quizás lo entiende demasiado bien. De hecho, me recuerdan sobremanera a una serie de televisión que dejé de ver porque me ponía de los nervios, precisamente por su veracidad. La serie en cuestión era “House of lies”.
Se trataba de una gran consultora que despide a uno de sus gurús y éste monta una pequeña consultora para intentar rivalizar con sus antiguos empleadores. La mayoría de sus personajes son cocainómanos y cuenta, con un asombroso grado de fidelidad, las entretelas del negocio de la consultoría.
En nuestro país, comienzo a contemplar cómo antiguos grandes directores de grandes empresas con vocación de multinacional y que cotizan en el Ibex están montando pequeñas consultorías especializadas en dar consejos a sus antiguos empleadores o a la competencia. En algún caso, hasta se atreven a canalizar inversiones en el que había sido su sector.
Por mi parte, en la vida se me ocurriría poner ni un céntimo de mis ahorros en manos de gente que, aún teniendo conocimientos del sector, carezca de conocimientos económicos suficientes para saber enjuiciar la viabilidad de un proyecto con el desapasionamiento exigible a un asesor empresarial.
Por lo que afecta al meollo de su negocio, que es dar consejos, vuelvo a la serie y a uno de sus diálogos. En una escena determinada, uno de los secuaces del dueño de la pequeña consultora le pregunta a éste qué es lo que quiere exactamente un cliente en concreto. No lo entiende porque el cliente es el número 1 de su sector y, además, lo sabe. El dueño y protagonista de la serie le responde: “Consultar es como disgustar a una chica muy guapa para que ella te quiera más. Necesitamos que piensen que son casi perfectos para decirles que, tras nuestros consejos, son perfectos del todo”
Sin embargo, la realidad nacional es muy diferente. No sale Don Cheadle como “prota” absoluto acompañado de un reparto de guapos y guapas muy bien preparados con subtramas entretenidas e ingeniosas. Nuestra realidad es que el antiguo directivo de la empresa, del que siempre se ha sabido que no hacía nada sin un trabajo de consultoría previo, ha decidido servir de pantalla para aquellos cobros indebidos de los nuevos directivos que lo han sustituido. Para ello se ha rodeado de los que se valió en su antiguo puesto de trabajo y poder dar los codazos necesarios que disimularan su incapacidad profesional y alcanzar el puestazo que consiguió sin que su verdadera y pobre valía fuera examinada nunca. Incluso hay alguno en la actualidad que se compra el título de mejor CEO del mundo mundial; la publicidad hace milagros.
Seguro que el lector estará harto de ver las fotos del “equipo” de la consultora, casi todas retocadas con Photoshop. La pose, casi unánime es de perfil derecho, en plano americano (tomado por debajo de la cintura y enfocando a la cara). Desafiantes brazos cruzados sobre el pecho, con mirada chulesca y aire de estar de vuelta de todo. Expertos en hacer informes al entonces gran directivo poniendo a caldo al compañero que lo hacía bien pero al que no le gustaba destacar. Gentuza cuyo mayor mérito era criticar –con esa gracia tabernaria- si tal o cual compañera era “una XL” cuando, por el lógico paso de los años, la mujer empezaba a ganar peso.
Sin embargo, nuestros héroes ignoran que el volumen de su abdomen hace años que los ha convertido en lo que sus compañeros denominan a sus espaldas“los rotondas” (porque es más fácil rodearlos que saltarlos y siempre provocan atascos, choques y conflictos). Hablo de esa clase de cateto/cuñado que cierra negocios en la barra del bar, con el palillo en la boca y cuyo aliento huele a alcohol a tres kilómetros. Hablo del mismo que luego es incapaz de saber sacarle los flecos a los obligados contratos.
Los “Torrente” de las empresas, que desaparecen de las grandes para reconvertirse en “consultores” de ellas. Inútiles casposos y trasnochados que aspiran a disimular nuevamente su incapacidad profesional a través de lo que han hecho siempre: ser negativos, dar consejos inútiles sobre cómo se debe hacer, cobrar por el recado y dar la pertinente comisión a la persona de dentro de la gran compañía que les ha conseguido el contrato de consultoría: “Doy para que me des”.
En el cine, la película “Comancheros” narraba las aventuras de un capitán de los rángers de Texas, (John Wayne) con una difícil misión: debe acabar con una peligrosa banda de forajidos (los comancheros que dan título al film y a este artículo) que se dedica a proporcionar armas y licores a los beligerantes indios comanches en vísperas de una guerra. Estas consultorías de chicha y nabo me recuerdan mucho a los comancheros de esa película, por lo casposos, cutres y ruines ya que a fin de cuentas procuran más dinero a quien ya lo gana.
Pero mucho cuidado, Telefonica ha puesto la primera piedra de una tendencia que puede acabar con este inmenso error que es pagar salarios desmesurados a quien ya antes ganaba muchísimo: El consejo de administración de Telefónica se reúne esta semana para aprobar las cuentas de 2019. Según aseguran distintas fuentes, la operadora va a comunicar un ajuste de costes adicional que afecta al centro corporativo y que finalmente será el doble del estimado en un principio. El objetivo es ahorrar 250 millones de euros en altos sueldos en los próximos dos años con el adelgazamiento de la cúpula directiva tanto en España como en las distintas filiales.
Como cunda el ejemplo, sospecho que no será el único Consejo de Administración que le diga a sus grandes directivos (empezando por el CEO): “Menos gritos, Milagritos. Si queréis reducir costes, empezad por vosotros mismos”
Cuando quiero que un asunto no se resuelva lo encomiendo a un comité.
Napoleón Bonaparte