
¿Se ha fijado en que por parte de los votantes del PSOE no se ponen bombas, no cortan carreteras, no hay manifestaciones en contra de minorías o grupos étnicos? ¿Por parte de los votantes del PP tampoco. Ni de los animalistas. Ni de Coalición Canaría. De hecho, por parte de la mayoría de los votantes de los partidos que evitan el odio en el discurso de sus dirigentes.
Por el contrario, hay otros partidos que sí incluyen ese odio. Y si no son esos partidos, son las Asociaciones o los Grupos satélites de esos partidos: JxCat ya alimenta ese odio directamente. Basta con recuperar los tweets de Torra o las declaraciones de Puigdemont. O las de Elisenda Paluzíe. ¿Dónde habrá quedado su educación francesa y lo de la “Liberté, Égalité, Fraternité” que estudió en el Liceo Francés de Barcelona? ¿Se ha perdido en las barricadas de los disturbios de Barcelona o en los cortes de carretera de Cataluña? ¿O en las amenazas a los que no son independentistas?
Vox, con su discurso semi racista, no lo pone fácil. Incluso la policía ha tenido que detonar una granada lanzada a un centro de Menores No Acompañados en el madrileño barrio de Hortaleza. El argumento de Vox es que los inmigrantes africanos o musulmanes no se integran. Pero nada se dice de los musulmanes que viven a todo lujo en Marbella o en Madrid, visten chilaba o túnica y tocado árabe, pasean a sus mujeres tapadas hasta la coronilla, vestidas de negro y sin hablar con nadie.
Podemos tampoco se escapa. En diciembre de 2018, se quejaba Iglesias de sufrir un escrache de ultraderechistas olvidando todos los que ha montado él y los suyos. Sin ir más lejos el pasado noviembre. No es exactamente violencia pero sí lo parece. Y no es bueno. Para nadie.
¿Dónde habrá quedado la educación francesa de Elisenda Paluzíe y lo de la “Liberté, Égalité, Fraternité ?
Según Wikipedia, el discurso de odio (en inglés: hatespeech) es la acción comunicativa que tiene como objetivo promover y alimentar un dogma, cargado de connotaciones discriminatorias, que atenta contra la dignidad de un grupo de individuos. Dicho discurso es propagado con intención maligna para incitar al interlocutor, o lector, a que lleve a cabo acciones destructivas en contra de un grupo, por lo general, históricamente discriminado.
En un momento dado, todos lo hemos practicado: el progre buenista que se vuelve un descerebrado que chilla e insulta en una Junta de Propietarios; el burgués bonachón que no puede con los inmigrantes; etc…
¿Cómo combatir ese discurso del odio? ¿Cómo evitarlo? Particularmente creo que no basta la educación en la escuela. La parte importante se aprende en casa, educando a los niños a saber ceder en ocasiones. A no ser radical. Incluso, teniendo razón, saber pedir perdón sin pedir cuentas y sin rencores. En saber decirle a tiempo y momento adecuado al otro: “Eh!! Afloja un poco en esto y aquello que estoy a punto de estallar” y que el otro dé las gracias por el aviso.
En un mundo ideal, cabría pedir a todos los niños que aprendan a perdonar de corazón, pero en el mundo competitivo en el que vivimos siempre triunfa el yo sobre el nosotros y no digamos sobre ellos. Y así nos luce en nuestra sociedad y, desgraciadamente, hasta en las familias.
La epístola que más me gusta es la de San Pablo a los corintios. Toda ella es muy buena, incluso siendo ajeno a la religión católica. Hay tres versículos extraordinarios:
"El amor no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal"
"Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera."
"Tres cosas hay que permanecen: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más grande de las tres es el amor."
Particularmente tiendo a enojarme en demasía. Por contra siempre he amado profundamente. Parafraseando a Churchill,
"Preparémonos para asumir nuestras responsabilidades, y tengamos presente que si mi vida dura mil años más, la gente seguirá diciendo: ‘Esa fue su hora de gloria"
« ¡Weshall never surrender! » Winston Churchill