
Conocí a Toro Sentado a través de un compatriota suyo. Me recomendó como “fontanero legal” para una serie de necesidades que según me indicó la persona en común, me aclararía él personalmente.
Acudí a la cita que tuvo lugar en un salón cerrado y con terraza privada de uno de los mejores hoteles de Europa. Me presentaron a Toro Sentado, a su socio Caballo Loco; a un amigo llamado Nube Roja con más pinta de armario ropero (e igual de simple) que de amigo de nadie y a dos perlas mal encarados y peor sonreídos que no se dignaron mover un músculo y por todo saludo siguieron mis movimientos con sus miradas.
Toro Sentado resultó ser un personaje de los que seducen a cualquiera. Además de su lengua sioux materna, hablaba inglés, francés y un español muy fluidos. Caballo Loco, fuera de su idioma sioux, apenas entendía francés y español. Toro Sentado tomó la palabra y entre café y café me concretó para qué necesitaban mis servicios. Acepté el encargo y pronto me vi trabajando y conviviendo con ellos.
Entre otros lugares, conocí Mónaco y las peculiaridades de sus notarios y de algunas terrazas de hoteles. Me alojé durante meses en una suite principesca de Londres y en la residencia palaciega de Caballo Loco, ya en territorio Sioux. Los tiempos muertos menudeaban y Toro Sentado nos iba contando a Caballo Loco y a mi parte de su historia.
Como sea que esos sioux siempre han tenido fama de tener más imaginación que Sherezade, procuré no creerme ni media palabra. Cuando menos, me lo tomaba como si fueran jugadores de parchís, de lo que se comen una y cuentan veinte. El caso es que la historia de Toro Sentado, aun creyendo yo que era fantasía, resultó ser muy entretenida. En ocasiones hilarante.
Como sea que tuve que manejar datos privados suyos, descubrí que sus residencias legales no se ubicaban en la nación Sioux. En el caso de Toro Sentado, se supone que vivía en un lujoso barrio de una capital del continente americano. En el caso de Caballo Loco en un paraíso fiscal europeo.
Sin embargo, la realidad es que la base de operaciones de ambos se ubicaba según donde estuviera el negocio. Toro Sentado tenía a su familia viviendo en su terruño natal y Caballo Loco se pasaba más tiempo viajando que disfrutando de su palacete.
Un día, comentaron entre ellos lo difícil que era negociar con los políticos de África Central. Ambos coincidían en lo inestable de su carácter y de la situación geopolítica de esa zona. Toro Sentado contó que sólo había negociado una vez con subsaharianos y que los acabó rechazando. Caballo Loco tenía su principal escenario de operaciones en África Central y, por tanto, no le quedaba más remedio que continuar allí.
Resulta que Caballo Loco poseía la explotación de varias minas de diamantes en un país de esa zona de África y conseguía la renovación de la concesión de la misma manera que obtuvo la licencia: mediante el soborno. Éste no le era exigido en dinero. Los gobernantes del país le solicitaban armas: fusiles ametralladores, minas antipersonas y sobre todo helicópteros. Caballo Loco los consiguió con el desmembramiento de la antigua URSS. Ignoro cómo, entró en contacto con militares rusos y, a cambio de sus propios diamantes, consiguió el embarque de 6 helicópteros de combate en tres inmensos aviones de carga rusos y dos contenedores de armas ligeras y minas en un cuarto avión. Según su narración, los rusos declararon que los helicópteros habían desaparecido en maniobras en Siberia así como el resto del armamento.
Caballo Loco me enseñó las fotografías del embarque en la nevada tundra siberiana: aparecían los helicópteros, las armas, los militares rusos encargados del despacho de la mercancía, los mandos de esos soldados y el general y el propio Caballo Loco muy sonrientes y abrazados.
En la época de la que hablo, si bien existía internet no había posibilidad de retoque digital de fotografía. Por otra parte, su conocimiento acerca de diamantes realmente era magnífico. Como sea que tuve que aprender sioux, más de una vez lo escuché hablando con su delegado en África y realmente lo contado por él era cierto. Lo curioso es que los gobernantes africanos solo le habían solicitado tres helicópteros y un contenedor de armas. El resto se lo endilgó, con un beneficio brutal, a otro gobierno africano. Caballo Loco contó abiertamente que ese tipo de tráfico de armas era habitual en sus negocios. Empecé a entender cómo hacía su fortuna.
Toro Sentado, al que Caballo Loco le guardaba mucho el aire, permanecía callado, con una sonrisa entre irónica y burlona. En sioux dijo que “el negocio de las pistolitas y los fusiles de asalto” era muy arriesgado ya que el beneficio, si bien era alto, no compensaba el riesgo. Pueden imaginar mi estupefacción. Le pregunté a Toro Sentado que a qué se refería él cuando hablaba de “negocio saneado”. Con el mismo tono burlón me comentó que al mismo negocio, pero por cuenta de estados soberanos y no vendiendo “pistolitas”
Acto seguido desgranó lo más elemental de sus servicios. Resumiendo y simplificando: el Estado A necesita adquirir tres fragatas de combate. Hay una serie de Estados que fabrican dichos buques de combate, con armamento y tecnología. El Estado B, que es uno de los fabricantes, hace todas las gestiones diplomáticas para que la balanza se incline a su favor en lugar de los Estados C, D y E, que también son fabricantes y vendedores. Lógicamente, C, D y E igualmente presionan para obtener dichos pedidos. La situación es de empate técnico.
Como resulta que está muy feo que un Estado soborne a funcionarios y políticos de otro Estado, el Estado B interpone para estos menesteres a un personaje que ni siquiera es nacional ni residente del Estado B. Este intermediario firma con el Estado B un contrato fabuloso, con una comisión desorbitada, para conseguir que el Estado A encargue al Estado B la fabricación de las tres fragatas de combate.
el FMI no es Fuerza Misión Imposible, es el Fondo Monetario Internacional
El intermediario, se traslada a vivir al Estado A y con su agenda de contactos, monta fiestas a las que asisten políticos y militares entre los que se encuentran los que deciden sobre la compra de las fragatas.
El intermediario traba amistad con éstos últimos y tras un período de seducción y coqueteo, les ofrece el soborno, pagadero en la cuenta que quieran del paraíso fiscal que deseen.
Cuando tiene la mayoría absoluta de voluntades a su favor, se lo comunica al Estado B. El Estado A comunica “urbi et orbe” que ha decidido que las fragatas las construya el Estado B y efectúa el primer pago. De ese primer pago, el Estado B desvía la parte proporcional de la comisión del intermediario y éste, que siempre cobra en un paraíso fiscal, descuenta la parte de los sobornos que paga a los políticos y militares, tanto del Estado A, comprador, como a los políticos del Estado B que han confiado en el intermediario.
A medida que el Estado A va efectuando pagos, el Estado B va pagando al intermediario y éste a sus sobornados. Ni qué decir tiene que, por aquella época, los bancos de esos paraísos fiscales no solo evitaban las preguntas, sino que daban –y dan- muchas facilidades. La única exigencia es que el dinero no se mueva del banco. Toro Sentado era esa clase de intermediario.
La cosa puede ser mucho más divertida cuando el Estado A no tiene dinero para pagar las fragatas. Entonces se monta una obra pública civil de carácter faraónico que tiene subvención en el FMI (no es Fuerza Misión Imposible, es el Fondo Monetario Internacional), la UNESCO o el organismo internacional más accesible. Luego se desvía el dinero para las fragatas impagando la obra pública.
Satisfechas las necesidades de unos y otros, se abre un enorme campo donde aplicar el mismo “modus operandi” dentro del Estado A: construcción de barrios enteros, logística, Zonas Francas Portuarias, etc…
A pesar de no ser el tema para el que me contrataron, por discreción profesional y seguridad personal he cambiado nombres y nacionalidades por la de esos indios sioux que en nada se parecen a estos protagonistas.
Tanto la actividad armamentística de Caballo Loco como la de Toro Sentado al respecto de las armas tuvieron lugar en la década de los 90. Estuve con ellos en 2001. El lector podrá imaginar cual fue mi sorpresa cuando en 2006 se estrenó en España la película “El señor de la guerra” (en USA en 2005). La diferencia era que Nicolas Cage es menos feo que el auténtico Caballo Loco de mi historia, el cuál carecía de hermano y familia en la realidad.
En cuanto a Toro Sentado, tenía sus negocios muy diversificados. Ese tipo de intermediación era solo una parte de su medio de vida. Yo no gané un céntimo, pero salí indemne, más desconfiado y sabiendo hablar sioux.
“Has decidido que todas las personas son conejos asustados y los escupes... Ningún hombre es una isla, Dave. No puedes ponerte en contra del mundo y salirte con la tuya.” Gus Burke - Los Sobornados (1953), Fritz Lang