Opinión

Políticos cínicos y consentidores

Ricardo Gómez de Olarte
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Julio Iglesias cantaba en Gwendolyn “Como vuelven las olas a la orilla del mar. Como busca el marino su puerto y su hogar…”, todo vuelve.

Entre finales del S. XIX y principios del S. XX en muchas partes del mundo surgieron fumaderos de opio donde los clientes consumían dicha sustancia en pipas atendidos en las camas por atentos chinos. Basta recordar a Robert de Niro en “Érase una vez en América” o hasta el inocente Tintín consumiéndolo en “El loto azul”. Esos fumaderos de opio se han visto sucedidos por los actuales clubes cannábicos. Entonces de los fumaderos de opio salían zombis somnolientos y ahora de los clubes cannábicos salen zombis risueños.

También ha vuelto el escalón más elemental del comercio carnal. Lo que se ha venido denominando como “servicio manual”.

No es nada nuevo. A principios de siglo, en Madrid destacaba la cuesta de Moyano, donde como dijo Francisco Umbral: “Los libros malos acaban como las mujeres buenas: en la compraventa de Moyano.” Las prostitutas venidas a menos que prolongaban el oficio alargando la mano a golpe de muñeca. En Valencia destacó una que trabajó en el Cine Ideal y en Barcelona en cualquier esquina del Chino (actualmente denominado Raval) o en cines de tercera, con sesión doble, mugre triple, aroma a lejía o zotal mezclado con sudor y sexo ansiado y mal disimulado.

Y el abaratamiento del sexo, como el opio, también viene de China. ¿Quién no ha pasado por delante de algún centro de masajes chino donde las masajistas están ataviadas con minifaldas luciendo ese incipiente culo carpetero y pintándose las uñas o hablando por videoconferencia a través de su teléfono móvil?

Sabrán que me refiero a esos locales donde lo de menos es el masaje en sí y lo de más es el final proporcionado por las señoras que ahí prestan sus servicios. Jamás entran mujeres ya que las féminas trabajadoras se bastan y sobran para satisfacer ciertas necesidades masculinas a través de las enseñanzas que nos dejó en herencia Onán.

Muchas veces se las puede ver hablando a gritos (¿para qué necesitarán el móvil?) en la calle o sentadas con cara de impenetrable aburrimiento a través del escaparate. En ocasiones, se puede ver a un hombre, también asiático, con cara de pocos amigos, abroncando a las chicas y alguna muy compungida deja ir lágrimas y sollozos.

el adonis Eduard Pujol, dijo en su día: “las camas distraen de la independencia”

Sin embargo, la liturgia pública ha desaparecido por imposición de la cursi política de símbolos y gestos. Ya no se oye su taconeo en la calles ni se ve su corto paseo esquinero como reclamo al cliente. Ahora se han recluido en locales, muchos de ellos antiguas oficinas bancarias (¿será que el local siempre atrae el dinero?); donde no cotizan impuestos; donde las chicas han llegado y continúan sin permiso de residencia; donde carecen de seguridad social; donde no existe la mínima higiene; donde si tienen suerte las obligan únicamente a masajear con final feliz al cliente y con menos fortuna a ejercer la prostitución en pisos…

Mientras tanto el proxeneta adquiere la residencia europea con todos los honores: la compra con una “Golden Visa”: el visado de oro por el que si un extranjero adquiere inmuebles por 500.000.- € se le concede automáticamente la residencia legal en España, de por vida y sin hacer demasiadas preguntas acerca del origen de esa cantidad.

Sin embargo, observo unas ausencias significativas en estos tiempos de absoluta corrección política. ¿Alguien ha visto a las feministas abroncando a esos proxenetas que, a todas luces, explotan a esas mujeres? ¿Dónde están los escraches podemitas –esos baños de democracia- ante esos locales a pie de calle?

Nada digo de las mujeres “indepes” porque ya el adonis Eduard Pujol, dijo en su día: “las camas distraen de la independencia”. Así que, tratándose también de camas, aunque no hospitalarias y sí esclavizadoras, no seré yo quien se atreva a fijar un orden de prioridades tales como sanidad, libertad, abolición de la esclavitud y el comercio sexual inconsentido. Dios o Alá o Buda o Jehová o quién sea me libre de distraer a nadie del “procés” ni de sus sueños independentistas frente a tal nimiedad.

Tampoco consigo entender cómo Gala Pin, la concejala de Ciutat Vella de Barcelona, nacida en Valencia, opina sobre el turismo de cruceros con un rotundo “Son como una plaga de langostas porque devoran el espacio público” y no es capaz de ver una situación de absoluta esclavitud sexual en la que además de evidenciar un retroceso social ya inaudito en el siglo XIX comporta una contradicción enorme con lo que el actual equipo de gobierno municipal de Barcelona sostiene.

Sra. Colau, Vd. que ha sido bisexual, acosada sexual y lo que haga falta (como los yonquis o borrachos se pongan de moda, nos vamos a reír) mientras le permita estar en cualquier titular, ¿Vd no ha sido nunca mujer china obligada a prostituirse?

Un Sábado de febrero, vi a Colau leer de gorra libros para niños durante más de media hora en una librería infantil ubicada al lado de un local de masajes con final feliz. Me detuve en una terraza de enfrente a contemplarla. No compró absolutamente nada, pero tampoco tuvo ni un minuto para dedicárselo a esas mujeres. Ni una mirada. Nada. Esas mujeres eran parte del paisaje urbano.

Sra. Rahola, sabemos que esas mujeres chinas no votan en Barcelona. A duras penas hablan catalán más allá del “adeu” al despedir a sus clientes con una sonrisa perfecta, pero muerta por ensayada y reiterada. Pilar, tú y yo sabemos que no tienen asistencia médica. Tú y yo sabemos que ni siquiera son naturales de los dos países que te dan de comer: Cataluña e Israel. Pero ¿no son acaso seres humanos en condiciones peores que la de los pobres manteros de Santa Ada?

¿Tan escasa es vuestra amplitud de miras como para olvidarse de un amplio colectivo femenino que cada día se ve obligado a prostituirse de una manera u otra, sin seguro médico, sin higiene, sin dinero, con palizas y vejaciones? En serio, ¿nunca ni una línea?

¿Dónde están las inspecciones de trabajo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de los diferentes gobiernos? ¿Y la Consellería de Treball de la Generalitat de Cataluña? ¿Los Mossos? ¿Fiscalía?

Al final, si es que alguna vez se fue, todo vuelve, como las olas a la orilla del mar, como los proxenetas al dinero de las mujeres, haciéndolas esclavizar… Para todas hay una gran y públicamente inútil solidaridad, salvo si son chinas y sus chulos pagan un pastizal a las arcas de la Administración…

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