Opinión

¿Racismo en Cataluña?

Desde hace ya unos cuantos años veraneo en Llançà, pueblo costero del Alto Ampurdán, muy cercano a la frontera francesa. Si te tomas la molestia de entenderlas, sus gentessssss (que diría el Gran Julio Iglesias) son de carácter bastante dialogante y, salvo deshonrosas excepciones, amable. En ocasiones secos y directos, en ocasiones algo excéntricos (será cosa de la tramontana), pero la verdad es que me hago más con ellos que con los veraneantes. Han visto nacer y crecer a mi hija y casi la tienen como una de ellos.

De vez en cuando han sido noticia por alguna tontería sin importancia y a menudo suelen serlo por los temporales. Sin embargo, recientemente lo ha sido por otro motivo. Según indican diversos medios de comunicación, parece que unos 150 vecinos se han concentrado delante del Ayuntamiento en demanda de mayor seguridad ya que, según estos vecinos, desde hace dos semanas consideran que la inseguridad ha aumentado por diferentes robos nocturnos a interiores de viviendas mientras los residentes dormían y que algunas mujeres han sufrido abusos.

Si bien 150 vecinos pueden ser considerados pocos, para una población de 4.796 habitantes (censo 2017), esos manifestantes representan el 3% de la población. Tras la concentración ante el consistorio, una parte de los manifestantes emprendió la marcha hacia el piso “okupado” por menores no acompañados con la intención de increparlos y acusarlos de la autoría del aumento de robos y abusos.

El alcalde ya había pedido ayuda a quien se tiene que encargar de proporcionar seguridad, esto es, a la Consejería de Interior de la Generalitat de Cataluña a través de los Mossos d’Esquadra. En su demanda de mayor presencia policial alegó crispación, escalada de inseguridad y enconamiento de la situación. El alcalde adujo que los posibles autores podrían ser ex menores no acompañados que habían “okupado” una vivienda en el pueblo, pero también ladrones experimentados que acuden y se largan en tren.

Lo de los ladrones expertos en casas en Llançà no es nuevo, ya venía sucediendo desde hace años, pero nadie hacía caso porque los perjudicados eran, éramos, veraneantes. De hecho, a mi vecino le vaciaron el piso fingiendo ser una empresa de mudanzas. Como ahora las víctimas son vecinos del pueblo, es entonces cuando viene el llanto, el crujir de dientes y el cabreo manifiesto.

El tema no pasaría de mera anécdota local si no fuera porque la respuesta que ha recibido el alcalde por parte de la portavoz del Gobierno autonómico, la ínclita Meritxell Budó (esa persona que habla de medio lado y a uno siempre le queda la sensación de que el mundo entero le produce un asco permanente) es que “entre los vecinos hay connotaciones racistas”.
Lo dice la portavoz de un gobierno presidido por un personaje – Joaquín Torra- que manifestó sutilezas del tipo: “si no se es independentista no se quiere ser catalán; que para serlo hay que ser catalanohablante; que si se es catalán no se puede ser otra cosa; o que no es normal hablar castellano en Cataluña”. El mismo Torra que dijo que los españoles eran “bestias carroñeras, víboras, hienas con una tara en el ADN”

Recordemos que sucesos de estos se han venido repitiendo en Barcelona (barrios de Raval, Trinitat Vella y Carmelo), Premià de Mar, Masnou, Castelldefels, Calella, Canet de Mar, Mataró y Badalona. Los respectivos alcaldes de esas poblaciones pertenecen a todo el espectro político de Cataluña. Pero para la Generalitat solo son racistas los vecinos de los pueblos que no votan al partido de Puigdemont y/o aliados. Así, los hechos de Premiá de Mar (PdCAT), de Masnou (ERC), de Canet de Mar (ERC) y de Calella de Mar (PdCAT) no han sido calificados por la Generalitat. No han sido dignos de que Budó les endilgara una proclama antirracista, ni uno de sus famosos rictus de asco, ni una repulsa de la Generalitat.

Los de Llançà (PSC), Mataró (PSC), Castelldefels (PSC), Badalona (PP) sí han merecido el reproche del actual gobierno de la Generalitat. De hecho, la Generalitat ejerce la acusación particular en los hechos de Castelldefels. Por mi parte, sigo sin entender que coexistan dos clases: los de unos partidos políticos no son tildados de racismo y los de los partidos de la oposición sí son racistas. Obviamente, esta no es la Generalitat de todos los catalanes. De hecho, la postura del actual gobierno autonómico catalán sigue a pies juntillas lo publicado por Torra en su día “si no se es independentista no se quiere ser catalán”.

Lo peor de todo es que en Cataluña se está escondiendo la cabeza debajo del ala. Es evidente que existe un problema de inseguridad ciudadana y que va en aumento. También está claro que hay un número de menores no acompañados que, sabedores de la absoluta falta de respuesta por parte de la administración estatal (incluyendo la de justicia), se aprovechan de esa circunstancia para poder sobrevivir o vivir a costa del delito. Incluso hay algunos que están mejor en centros de acogida que en sus respectivos hogares (que en ocasiones llegan a condiciones de miseria absoluta). Lo de la “okupación” empieza a ser muy peligroso porque no solo convierten pisos en residencias gratuitas (a costa del propietario), sino también en centros de problemas, cuando no de delitos (narco pisos, viviendas que acogen a delincuentes, etc.). También es patente la sensación de desamparo e indefensión en la que se encuentra el ciudadano medio ante la inseguridad ciudadana. Y no menos importante es el postureo de los políticos que eluden enfrentarse a los anteriores problemas que ya empiezan a ser muy serios. El fenómeno de las bandas tcharmil ya se ha instalado en Cataluña y es muy peligroso.

Es hora de que los cargos electos dejen de escurrir el bulto y afronten sus responsabilidades. Deben buscar soluciones para aquellos que les votan. Lo de quedar bien, con conciencia y estética liberal está perfecto: ante las cámaras das una imagen chupiguay. Hasta es estéticamente precioso. Pero los que votamos somos otros. Los que necesitamos soluciones y los que damos de comer a los políticos somos otros. Si la potestad del estado no se empieza a ejercer inmediatamente nos encontraremos con unos problemas crónicos y enquistados. De lo contrario la situación, que ya está creciendo con mayor velocidad y en más ubicaciones, se convertirá en insostenible. Quienes votamos nos encontramos como ciudadanos de segunda en beneficio de unos terceros que obtienen una serie de derechos sin haber hecho nada por conseguirlos.

Volviendo al ejemplo de Llançà: desde hace más de 20 años el gobierno municipal ha estado en manos de CiU (JxCAt/PdCAT) con alguna excepción de ERC. ¿Alguien se ha preguntado por qué, por vez primera, el alcalde es del PSC? ¿No será que la gente se harta de ver como los políticos se perpetúan en el poder y los problemas aumentan? Y la respuesta de los partidos perdedores es dejar sin auxilio a quienes no les han votado. Me recuerda al señorito andaluz del 1931, que ante situaciones de auténtica hambre, les dijo a sus campesinos “No queríais República, pues comed República”. Ahora sería “No queríais oposición, pues que os defienda la oposición”

Vamos con un ejemplo más jocoso, terriblemente jocoso podríamos decir. Un vecino del barrio de Santa Caterina de Barcelona me relató que a mediados del mes de junio hubo una manifestación de magrebíes exigiendo la apertura de hoteles para darles techo y comida gratis. Algunos de ellos, a gritos, justificaba la apertura gratuita de esos establecimientos diciendo, “que con el confinamiento no había turistas y no había a quien robar”. La policía, que estaba presente, tan solo se preocupó de evitar que nadie se acercara a los manifestantes. Es la misma policía que se preocupa de que los fines de semana nadie circule en vehículo a motor por los dos paseódromos/manifestódromos oficiales de Barcelona: Paseo San Juan y Vía Layetana, ejes que parten, perpendicularmente al mar, toda la ciudad condal y cuyo cierre la bloquean.

Da igual que un vecino tenga dificultades de movimiento o necesidad de transportar algún peso o salir zumbando a urgencias y ello le obliga a desplazarse en coche. Incluso se prohíbe que entre una grúa en caso de avería de vehículo. En Barcelona, durante los fines de semana no hay coche ni moto en esas zonas para nadie y los afectados no se pueden quejar. Si alguien se queja o se manifiesta en contra del que mande o de la inseguridad o de algún problema evidente, siempre queda marcarse un Jorge Javier (Vázquez): “Esos que nos critican son unos fachas, racistas y homófobos y, al criticarme, tú lo eres en todo o en parte. Ergo, no tienes derecho a quejarte ni a comentario alguno”.

“La censura es la herramienta de aquellos que necesitan esconder la realidad a sí mismos y a otros”.
Carta a Groene Amsterdamer. Charles Bukowski

“La censura ha perdido a todos aquellos a quienes quiso servir. Lejos de calmar la opinión, el silencio impuesto por la censura la irrita más”.
Chateaubriand

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