Opinión

Una nueva apropiación indebida

En realidad, nada tiene de nuevo. Me refiero a la apropiación indebida de aquello que no represente patrimonio. Para hacerlo fácil acudo a Wikipedia.

Según ésta, la apropiación indebida es un delito contra el patrimonio (en ciertos países, delito contra la propiedad) consistente en el apoderamiento de bienes ajenos, con intención de lucrarse cuando esos bienes se encontraban legalmente en su posesión a través de otros títulos posesorios distintos de la propiedad. El sujeto debe poseer los bienes ajenos, como pueden ser el depósito, la comisión o la administración, con la obligación de entregarlos o devolverlos a otra persona.

Soltado este ladrillo de leguleyo y habiendo quedado muy bien dado la nota técnico-culta, paso a referirme a la apropiación indebida de cosas o símbolos no materiales.

El ejemplo más reciente ha sido el de Puigdemont con Machado. Me parece una aberración humana, de auténtico sociópata lo que pretendió ese fugado de sí mismo que es Puigdemont. Antonio Machado se murió de frío, hambre y pena por dejar España, sea una España de izquierdas o derechas; monárquica o republicana, pero España. Intentar aprovecharse de la figura de un poeta como Antonio Machado para usar esa apropiación en contra de la propia nación española a la que sigue perteneciendo Cataluña, es tan aberrante como apropiarse de la imagen de Companys como mártir de la rebeldía internacional.

Si Puigdemont se permite esa libertad, ha abierto la veda. Ahora podemos acudir a la tapia de Montjuic donde fue fusilado Companys y leer los nombres y apellidos los más de 8.000 torturados y fusilados sin juicio por orden del mártir catalán.

Sí, están leyendo bien: Companys fue lo que ahora se denominaría un “presunto” autor de crímenes de guerra. El mismo Companys que proclamó la república catalana sin realizar una consulta o referéndum. El mismo Companys detenido por el general republicano Batet que en 1937 fue fusilado por mantenerse fiel a la república, la española.

Otra clase de apropiación indebida es la de líderes como Artur Mas. Es lógico y humanamente comprensible que los que se han lucrado directa o indirectamente bajo los auspicios de ese Othar (caballo de Atila del que se decía que por donde pisaba no volvía a crecer la hierba) conocido como Artur Mas se alegren y conmuevan por el intento de retorno de ese patético personaje.

Pero… ¿Alguno de su claca “bien pagá” se ha parado a pensar que el “estulto/astuto” de Artur Mas, levantando la ceja y con aire de listillo, se ha cargado un partido político que no era el suyo pero sí su aliado necesario (la Unió de Durán i Lleida)?. ¿Alguien se ha dado cuenta que Mas ha firmado la defunción de la coalición entre Convergencia y Unió? ¿De que es el mismo que ha liquidado su propio partido, Convergencia?. ¿Qué es el único responsable de haber asesinado la convivencia civil en Cataluña? ¿Alguien conoce la leyenda urbana del sobrecoste de los 600 millones de euros de la L9 del metro de Barcelona? ¿De haber puesto en el poder a un iluminado que se cree todas las aberraciones que suelta por su boquita?

Salgamos de Cataluña, cuna de la reciente corrupción patria. ¿No debería ser punible que aseveraciones y posteriores traiciones como la de Pablo Iglesias fueran susceptibles de represión penal?: “No! Porque sería de vergüenza que nosotros, elegidos por los ciudadanos, digamos que al tiempo que Vd va a cobrar 645 euros que el salario mínimo, yo voy a cobrar 8000 euros. Entonces Vd. es casta” Y ahora ya cobra más de 8.000 euros y vive en un chalé escoltado por policía. ¿Quién no relaciona a Pablo Iglesias con el cerdo Napoleón de “Rebelión en la granja” de George Orwell? ¡Oink, oink!

¿Por qué no debería ser punible que un político se apropie de la expresión “regeneración del país” para luego acabar regenerándolo con casos de corrupción como los de Zaplana, Camps, Gürtel, Bárcenas, Rato, etc…?
¿Por qué no debería ser sancionable o cuando menos merecedor de reproche judicial, que un político se apropie de la libertad de expresión para aparcar la libertad de movimientos y todo para obtener sus fines partidistas?

¿Por qué no ponemos en cintura a quién se apropia de la Guardia Civil o de la Policía Nacional como emblema de sus sueños patrios de montañas nevadas? ¡Tan suya es la bandera nacional y las fuerzas de seguridad del estado como mías!

¿Por qué no merece castigo que otro político se envuelva en la bandera de la “unidad”, la de “la bonhomía” y “la cansina superioridad moral de lo políticamente correcto aún incierto”, la “del diálogo tolerante pero no claudicante”, para acabar pactando con un charlatán de feria trasnochado por retener un efímero atisbo de poder poniendo en peligro la economía nacional y nuestro estado de bienestar?

En definitiva, ¿por qué somos tan lerdos como para permitir que los políticos se apropien de lo más básico de nuestras esencias y que vivan (muy bien) a nuestra costa? ¿Será por eso? ¿Porque somos así de lerdos o porque somos muy vagos?

La actual “actitud”, que es el postureo de ayer, quedan muy bien un ratito en la tele. Pero la cruda realidad obliga a legislar para ir más allá de la galería. Obliga a buscar leyes que satisfagan la realidad de un país que cada vez asiste a despidos –desvinculaciones voluntarias- masivos y que se hunde en el lodo del oropel vacuo y los descomunales bonus de los grandes directivos.

“Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado”
Voltaire

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