
Los peores pronósticos se han confirmado. "Nosotros estamos detrás de lo que ocurrió en Katsina". A través de un inquietante audio de un nasheed interrumpido por la voz del líder, Abubakar Shekau, la organización terrorista nigeriana Boko Haram se ha atribuído el brutal secuestro de más de 500 estudiantes de un instituto del noroeste del país. Las primeras imágenes con las que el grupo confirma la autoría de esta barbarie muestran a decenas de niños, algunos de cortísima edad, llorando y suplicando ayuda.
Hace ya una semana que un número indeterminado de chavales, 520 según la propia organización terrorista, cayeron en las garras de la sanguinaria Boko Haram. Aunque el General John Enenche, portavoz del ejército, cifra a los estudiantes capturados en 333, otras fuentes como el medio nigeriano Daily Trust eleva hasta los 668 a los desaparecidos basándose en el relato de un superviviente que ha logrado huir de los captores. Sea como fuere, los salvajes combatientes lo han vuelto a hacer. Ahora, el gobierno nigeriano afirma haber liberado a parte de los rehenes a cambio de un rescate.
Los lacayos de Daesh
Boko Haram lleva sembrando el terror en Nigeria desde hace más de una década. El grupo comenzó a echar raíces en el año 2002 en el estado de Borno. La intención del grupo, aglutinado en torno a la figura del predicador islamista Mohamed Yusuf, pretendía erradicar la corrupción y la injusticia social que afectaba al norte del país africano y que atribuían a la occidentalización. El clérigo se paseaba por las calles al grito “Boko is haram, boko is haram”, de forma que el grupúsculo fue bautizado con el mantra de su fundador. Según ellos, las autoridades le habían dado la espalda a una región cada vez más empobrecida y comenzaron a atentar contra las autoridades nigerianas. A partir de 2009, con el asesinato del líder, la organización sufrió un giro de 180 grados. El movimiento sectario islámico inició un proceso de radicalización y comenzó a dejar clara su intención de imponer la ley más estricta de la Sharia (la ley islámica) para contrarrestar la influencia occidental por considerarla la causante de todos los males. Un enardecido Boko Haram comenzó a masacrar indiscriminadamente a la población del territorio que decían defender. La brutalidad de sus ataques y la radicalización de sus posturas alcanzó su culmen en 2015 cuando la organización rindió pleitesía a la hidra de dos cabezas que comenzaban a devorar a Siria e Iraq: El Estado Islámico. La admiración de Boko Haram por Daesh quedó patente con la adopción de su nombre: Estado Islámico en África Occidental (ISWA por sus siglas en inglés). Al año siguiente se produjo una escisión y el grupo se dividió en dos. Uno conservó el nombre de ISWA y el otro, el que nos incumbe, adoptó de nuevo la denominación original de Boko Haram.
Nigeria, un país dividido entre un norte mayoritariamente musulmán y un sur cristiano, vive sumido en el horror de los secuestros masivos, los robos y los asesinatos. Todo aquel que no acate los preceptos de la organización terrorista es susceptible de convertirse en el blanco de los desalmados milicianos de Boko Haram, que han logrado el control de una buena parte del país. Naciones Unidas atribuye a este grupo terrorista la muerte de 27.000 civiles y el desplazamiento de 2 millones de nigerianos que han huido a otras zonas de Nigeria pero también a los países vecinos Níger, Chad y Camerún.
El odio hacia Occidente
El secuestro de centenares de estudiantes en las regiones del norte del país no es una casualidad. El propio nombre de la organización lleva implícito su animadversión hacia la educación occidentalizada. Boko Haram significa precisamente en la lengua local, el Hausa, “la educación secular occidental es pecado (o está prohibida)”.
El hecho de que su último golpe se haya producido contra una escuela de secundaria de ciencias del gobierno, podría ser interpretado como un ataque hacia el sistema de enseñanza que el grupo detesta, una advertencia que fulmina cualquier deseo de profesar un estilo de vida occidental. Su homólogo en Siria e Iraq, El Estado Islámico, erradicó del currículum escolar de las zonas ocupadas las materias de ciencias, filosofía, artes o música. En su lugar impusieron una enseñanza ultraconservadora y extremadamente rigorista. Las materias educativas pasaron a centrarse exclusivamente en la jurisprudencia de la religión islámica, los conceptos fundamentales, las normas y las costumbres islámicas basados en libros tradicionales. “Lo sucedido en Katsina ha sido para promover el islam y desanimar las prácticas antislámicas como la educación occidental, que no es el tipo de educación permitido por Alá y su profeta” ha confirmado el líder. Según los datos ofrecidos en 2018 por Unicef, el grupo había asesinado al menos a 2.295 maestros de escuela y había destruido más de 1.400 colegios de los cuales, la mayoría, no han podido ser reabiertos.
El gran lastre de la sociedad nigeriana
A pesar de la riqueza natural de un país que alberga una de las reservas de petróleo más importantes del mundo, el 70% de la población de Nigeria continúa viviendo por debajo del umbral de la pobreza. Paradójicamente, los que decían luchar contra la desigualdad social han contribuido a la hambruna, a la crisis económica y al subdesarrollo del país. Boko Haram es el gran lastre de la sociedad nigeriana. Pero además, la violencia entre varios de estos grupos armados por el control del oro negro facilita su crecimiento que, lejos de su ocaso como el de su referente Estado Islámico, parece haber iniciado un proceso de expansión geográfica. Con la confirmación del secuestro masivo, esta hidra ha conseguido alargar sus tentáculos desde las proximidades de Borno y el lago Chad, donde tradicionalmente operaban, hasta alcanzar mediante sanguinarias ofensivas el noroeste del país. El grupo, que se ha mostrado especialmente activo desde hace unas semanas, ha reclamado también la autoría de la matanza de más de un centenar de agricultores en Maiduguri. Los asesinados han sido decapitados o quemados vivos ante el pavor de la población local.
Devolvednos a nuestros niños
Boko Haram ya ocupó las portadas de todo mundo con el secuestro de Chibok en 2014. En un asalto que recuerda mucho a este último, unas 300 niñas fueron raptadas en su escuela. Ni los llantos desgarradores de las familias ni la marea humana que inundó las redes con el mensaje #BringBackOurGirls y del que formó parte hasta la mismísima Michelle Obama, Primera Dama de los EE.UU. por aquel entonces, consiguió la liberación de la totalidad de las niñas. A día de hoy algunas continúan desaparecidas aunque se desconoce si siguen en cautiverio. El de Chibok fue el secuestro más sonado, pero no el único. Los raptos de menores son un goteo constante en un país que se desangra. Según los datos que maneja UNICEF, alrededor de 7.000 niñas y mujeres se encuentran retenidas por el grupo fundamentalista.
La violación como arma de guerra
El drama al que se enfrentan estas niñas a las que estos bárbaros roban su infancia es doble. Por un lado, las niñas y mujeres secuestradas son obligadas a casarse forzosamente con sus captores o terminan siendo empleadas como escudos humanos, reclutadoras o niñas bomba. Si consiguen sobrevivir a esta pesadilla, la tragedia continúa. De las que consiguen escapar o son liberadas, la mayoría lo hacen embarazadas.
En una sociedad como la nigeriana, la estigmatización social a la que están expuestas por parte de la comunidad resulta brutal. La violencia sexual es ejercida como arma de guerra contra el conjunto de la sociedad. La organización sabe que este tipo de violencia no solo daña la integridad de las mujeres sino que también fulmina la estructura familiar como base del tejido social. La destrucción de la estructura social tiene una enorme repercusión sobre la estabilidad y el desarrollo económico, cultural y político de la región.
Pero además, la violencia sexual ejercida sistemáticamente por los milicianos de Boko Haram crea un clima de humillación e inseguridad que impulsa los desplazamientos masivos de la población de las regiones del noroeste del país. Muchas mujeres huyen de las violaciones, los secuestros, los matrimonios forzosos y la esclavitud. Los hombres lo hacen por el estigma social de no haber podido proteger a las mujeres en una sociedad patriarcal en la que el varón debe desempeñar un rol protector. Pero no nos engañemos, también huyen del espanto que siembran las despiadadas insurgencias del grupo. Definitivamente, el norte de Nigeria se ha convertido en un territorio prácticamente inhabitable. Y todavía habrá quién se pregunte por qué huyen. #Bringbackourboys