
La emblemática plaza de María Pita en A Coruña albergó este fin de semana a un millar de personas en una nueva marcha contra la homofobia. Lo hicieron sosteniendo la foto de Samuel Luiz, asesinado a golpes hace poco más de una semana frente a la playa de Riazor al grito de “maricón”. A la misma hora, la misma escena se repetía en otro lugar del mundo. A más de 4.500 kilómetros de la ciudad gallega, en Tiflis (Georgia), cientos de personas gritaban en otro idioma las mismas consignas. Las manos alzadas sostenían también una fotografía. En este caso, la del joven Alexander Lashkarava.
Como Samuel Luiz, Alexander Lashkarava fue víctima del odio de individuos homófobos. Aunque se desconoce su orientación sexual, el georgiano fue víctima de la violencia más atroz de los intolerantes que hace una semana asolaron las calles de Tiflis para impedir la celebración del orgullo LGTBIQ+.
Los actos organizados con motivo del orgullo LGTBIQ+ solo fueron el catalizador. Días antes, algunos sectores conservadores se encargaron de arrojar gasolina para avivar las llamas de los grupos homófobos. Desde los partidos de extrema derecha y la Iglesia se vertieron una serie de discursos que tensaron, todavía más, los ánimos en la víspera de la celebración por la diversidad.
Una turba homófoba atacó a la prensa
El apoyo por parte de ciertos sectores ultraconservadores alentó a la bestia y, tal y como era de esperar, el día del orgullo irrumpieron decenas de energúmenos que, mediante la fuerza bruta, agresiones y boicots, obligaron a suspender los actos programados. Además de arrancar cualquier bandera multicolor para hacerla jirones, los radicales golpearon a la prensa y a algunos de los asistentes. Alexander Lashkarava era uno de los camarógrafos que cubrían la marcha del orgullo. Aunque los organizadores del evento pudieron huir y evitar su linchamiento, la turba homófoba se cebó con los periodistas que se encontraban en el lugar.
Según su compañera, Miranda Baghaturia, Alexander Lashkarava, de 37 años, estaba tomando imágenes para el canal de televisión independiente en el que trabajaba, TV Pirveli, cuando fue atacado por una multitud. En total, 20 personas lo patearon brutalmente. La imagen de Lashkarava con la cara ensangrentada abrió todos los informativos de los medios locales. El cámara tuvo que ser operado de urgencia en un hospital cercano, debido a las múltiples fracturas que sufrió en el rostro. El jueves fue dado de alta y, desde entonces, se encontraba en su domicilio recuperándose de las diversas contusiones sufridas. Sin embargo, este domingo ha aparecido muerto en su cama. Su familia pide que se investigue su fallecimiento, que asocian a la brutal paliza que recibió la semana pasada.
La muerte súbita del comunicador, pocos días después de ser apalizado, ha desatado una oleada de protestas en todo el país. Muchos compañeros de profesión se han unido a estas manifestaciones y han mostrado su repulsa hacia los últimos ataques a la prensa. En total, el mismo día en el que en Lashkarava fue agredido, resultaron heridos otros 50 periodistas.
La influencia de la extrema derecha
La lacra de la homofobia aumenta en paralelo al auge de partidos políticos de extrema derecha. En España, el repunte de estos delitos de odio coincide con el apogeo del partido ultraderechista VOX. En Hungría, el gobierno de Víktor Orban ha iniciado una cruzada contra el colectivo LGTBIQ+. Las leyes homófobas incluyen la prohibición de hablar sobre homosexualidad en los colegios, películas, series de televisión y publicidad. Asimismo, el partido ultraderechista ha llegado a relacionar esta orientación sexual con la pedofilia. En Polonia, Andrzej Duda, tildó al colectivo LGTBIQ+ de “imponer una ideología más dañina que el comunismo”.
Cuando la extrema derecha entra por la puerta de un parlamento, las libertades individuales salen por la ventana. Son, precisamente, los abanderados de esta dudosa “moralidad” los que aprovechan el potente altavoz que les brindan sus tribunas para arrojar un mensaje de odio contra los colectivos más vulnerables: los menores extranjeros no acompañados, los inmigrantes, las víctimas de violencia de género, el colectivo LGTBIQ+. El discurso populista de estos partidos ofrece soluciones fáciles a problemas sociales complejos, señalando como máximos culpables a las minorías. Este peligrosísimo mensaje termina calando en determinados sectores de la sociedad, sobre todo, en momentos convulsos y de incertidumbre. La normalización de estos discursos de odio, de efecto polarizador, tienen consecuencias: una preocupante oleada de homofobia, xenofobia e intolerancia.