
Dice ‘el prenda’ de José Ángel, uno de los condenados por el caso de ‘La manada’, que lo que ocurrió la madrugada de los Sanfermines de 2016, efectivamente, fue una agresión sexual. A estas alturas, lo que diga este sujeto, después de cinco años negando la mayor, nos la trae al pairo. Se ve que los únicos que todavía no se habían enterado de lo que sucedió aquella noche son él, sus compañeros de fechorías y el juez que tildó la escena de “jolgorio”.
A ‘el prenda’, que cumple condena por abusos sexuales a una chica en Pozoblanco (Córdoba) y por la violación múltiple de Pamplona, lo ha embriagado el remordimiento. En una carta de su puño y letra para darle, si cabe, más dramatismo, le dice ahora a los jueces ante los que juró y perjuró que todo había sido una invención de la chica, que está arrepentidísimo. Se ve que se le han olvidado los mensajes en los que les decía a sus colegas que el viaje a la capital navarra había sido “una puta pasada” porque se habían “follado a una entre cinco”.
Una campaña contra las mujeres
Este ‘prenda’ se calló durante un lustro lo que ya todos sabíamos: que violaron bestialmente a una chica de 18 años más de 10 veces en el minuto y medio que registró la grabación tomada por ellos mismos. Además del “daño” irreparable que ahora reconoce que infligieron a la víctima, los abogados defensores, los hoy condenados y, dicho de paso, algún juez, se encargaron de orquestar una voraz campaña de desprestigio contra esta mujer. Y contra todas las demás.
Además de una agresión sexual grupal, la víctima ha tenido que soportar cinco años de múltiples violaciones dialécticas en los juzgados. La pintaron como un ser demoníaco. Como la instigadora de una relación sexual salvaje pero consentida. El letrado de los condenados llegó a relatar, muy compungido, que esta chica eligió una calle oscura e inhóspita para ir con sus clientes y no una transitada, le faltó decir (aunque lo insinuó), porque iba buscando guerra. Que ella los provocó con sus armas de seducción y que ellos, pobrecitos, cayeron en sus redes. Que esta femme fatal les destrozó la vida a estos hombres honorables y a sus familias por vergüenza a reconocer un acto voluntario de lujuria desenfrenada. Y, como estoque final a este escarnio público, se llenaron la boca diciendo que ella disfrutó muchísimo. Y para demostrar que el único lobo con piel de cordero de este caso era la chica y que las víctimas no eran otras que sus clientes, pagaron a unos detectives de dudosa reputación para desacreditarla y demostrar que la joven llevaba “una vida normal” y que no se le veía llorando por la esquinas como estos señores esperaban.
Un arrepentimiento in extremis
Ahora ‘el prenda’ solicita redención. No la del Dios al que le rezaba a las puertas de los juzgados para que salieran absueltos, ¡qué va! La que busca es la de “los jueces con ovarios y cojones” a los que imploraba que se hiciera justicia y que tienen ahora la llave de su libertad. Aquí nadie da puntada sin hilo.
Me pregunto si Alberto Martínez, el abogado de este grupo de violadores, realmente creía en la inocencia de sus clientes cuando pronunció aquello de “hubo gemidos y jadeos, no hubo dolor”, que se nos clavó a todos en el alma. La humillación y vejación hacia la chica madrileña de nombre desconocido probablemente cohibió a muchas otras mujeres a la hora de denunciar una agresión sexual para no ser despellejadas y cuestionadas, como ella, públicamente. Después de defender a ‘el prenda’ y compañía en los juzgados y en los platós de media España, ahora que su propio defendido se ha liado la manta a la cabeza y lo ha largado todo, espero con impaciencia a sus declaraciones.
Quién sabe si él mismo estará detrás de este estratégico perdón que llega casualmente en un momento decisivo para ‘el prenda’ de José Ángel: justo cuando se acerca al cumplimiento de los dos tercios de su condena, no antes ni después, cuando puede empezar a solicitar los primeros permisos temporales. Para ello, bien lo sabrá él, la dirección del centro y los jueces, se mirarán al dedillo su ficha: su comportamiento, sí, pero también si ha reconocido el delito, si ha pedido perdón a la víctima o si, al menos, ha intentado repararlo. Y ahora, que ve su libertad pender de un hilo tras el rechazo de dos salidas, pues se ha remangado y se ha puesto a darle a la pluma, recalcando que sí, que sí, que trabajará muchísimo para que esto no se vuelva a producir y sobre todo, que su sentidísimo “perdón” conste en su “ejecutoria y en su expediente penitenciario”. Punto final.