
Si el juicio del 17-A planteaba ya innumerables preguntas para las que tras un mes de proceso judicial todavía no se tienen respuestas (y probablemente no se tendrán nunca), durante la sesión de hoy se ha dado carpetazo a unas declaraciones clave para desmontar la teoría conspirativa de que Es Satty no murió durante la explosión de Alcanar.
En la quinta semana de juicio se esperaban con expectación las declaraciones de los forenses de Casablanca, encargados de cotejar los restos recuperados entre las ruinas del chalet de Montecarlo (Alcanar) con el ADN extraído en Marruecos a los familiares del imam de Ripoll, Es Satty.
Debido a la situación sanitaria, el estado marroquí les ha impedido desplazarse hasta la sala de San Fernando de Henares en la que se celebra la vista. No se les ha permitido tampoco, según ha explicado el impávido juez, declarar por escrito. Ni siquiera ha sido posible establecer una conexión por videollamada, a las que tan acostumbrados nos tiene la Audiencia Nacional pese a los problemas técnicos fruto de la improvisación o de la obsolescencia de los aparatos con los que cuenta la justicia. La ausencia de un convenio firmado entre los dos reinos es la causa de que tras la webcam por la que han desfilado víctimas, testigos protegidos y forenses, no estén los especialistas marroquíes.
El magistrado que instruye el caso, Félix Alfonso Guevara, ha sido el encargado de comunicar la ausencia de los peritos, que ha caído probablemente como un jarro de agua fría para todos los presentes en la sala menos para el letrado Alonso-Cuevillas. La defensa del padre de una de las víctimas mortales del atentado ha sostenido desde el inicio del juicio la inverosímil teoría de que Es Satty podría no haber muerto. La ausencia de los forenses da rienda suelta a elucubraciones y a teorías rocambolescas sobre la posible huida del imam.
Aunque las evidencias aportadas por los forenses españoles y los Mossos d’Esquadra contradicen la teoría de que Es Satty estuviese vivo, el testimonio de los forenses habría arrojado luz y, probablemente, refutado la teoría de Cuevillas. Aún así, en España se realizaron comprobaciones genéticas y se puso en conocimiento de Marruecos a la espera de la confirmación de una coincidencia con algún perfil entre sus archivos. Sin embargo, la pasividad de las autoridades marroquíes forzaron a la Policía Nacional a desplazarse hasta la localidad de Es Satty en diciembre de 2017.
De la declaración de los agentes de la Policía Nacional enviados al país vecino se puede deducir que el viaje fue prácticamente en balde. Si bien es cierto que estuvieron presentes durante la extracción de la muestra de ADN de la hija mayor del imam, no se les permitió traer las muestras a España ni pudieron comunicarse con ella. El motivo por el cual no pudieron obtener de ella ningún tipo de información relevante es tan disparatado que raya en lo absurdo. Los investigadores elegidos para ir a Marruecos lo hicieron sin intérprete propio. Tampoco sabían de la existencia de los otros ocho hijos que tenía Es Satty y que, al igual que su mujer, no consiguieron localizar. Tampoco dieron con el domicilio del imam en Brance, el barrio a las afueras de Tetuán en el que se estableció Abdelbaki es Satty con su familia, a pesar de ir acompañados por la policía marroquí.
En definitiva, en el tiempo que los agentes estuvieron entre Chaouen, el pueblo del imam, y Brance, su barrio, los agentes no tuvieron contacto con su familia directa (a excepción de la madre, la hija y un hermano) ni obtuvieron información relevante acerca de los viajes que recientemente había realizado a Marruecos. Los testimonios de hoy, y la ausencia de ellos, vuelven a dejar en el aire el devenir de este misterioso personaje y las conexiones internacionales que pudo haber establecido en los meses previos al atentado.